17 de octubre de 2007

Carta de octubre

En la noche me inundan tus sueños, me agreden tus pesadillas, me inundan tus recuerdos. ¿En dónde estarás ahora que ya no estás aquí?

Partir es un verbo que se encaja facilmente en mi vida, muchas veces me he preguntado si son las personas las que pasan por mi vida o soy yo la que pasa por al vida de los demás. Irse, viajar, abandonar...

Creo que nunca supiste lo que te llevaste contigo, mi alegría, mi simpleza, mi afición por el café negro sentada en tus rodillas. Nunca sabrás que me acuerdo de tí cuando escucho una salsa, o que nunca me sentí tan protegida como cuando me acurrucaba entre tus brazos.

Siento que, en parte, he de ser eternamente una niña, justo porque no estuviste aquí para verme crecer, para ver la primera vez que me enamoré, el día en que me gradué o como regresé de mi primer día de trabajo.

No lo sé. Cada año en estas fechas me acuerdo más de tí, de nuestras historias y nuestros chistes internos, de que freías las tortillas porque a mí no me gustaban recalentadas y de que siempre me escuchaste y sabías enjugar mis lágrimas.

Recuerdo los vestidos que me hacías de niña, y el chocolate Presidente que me comprabas cuando salía del kinder. Y recuerdo que te decía Mamá (era yo una niña con dos mamás, que bonito era eso).

Recuerdo que me defendías de mi papá, y que te gustaba oirme reir, y que cuando me peleaba con mi tía siempre me dabas la razón (la verdad eramos como hermanas y yo era la menor).

También me acuerdo que te gustaban los mariachis y que tenías una voz muy especial, que eras de talle delicado, pero que eras una "cabrona" ( a tí te gustaba definirte así). Que eras presidenta del sindicato de camisas negras, que te gustaba Pedro Infante y las películas de Van Damme. Que bailabas y cantabas todo el tiempo. Tú me enseñaste a bailar, y a leer y a escribir y a soñar.

Tú me enseñaste que no está bien ser mujer, está excelente; que si se quiere se puede, que siempre llegaré hasta donde quiera llegar, que mi familia es mi apoyo, que hay gente que me quiere a pesar de mis defectos, y que además, me lo merezco (aunque a veces se me olvida).

Recuerdo que intentaste siempre corregir mi postura, y que me regañabas por mascar chicle (justo ahora estoy mascando uno y me acuerdo de tí), por sentarme chueca y por no usar un liston en la cintura (es para que se te marque, me decías).

Abuelita, siete años no han podido borrar de ninguno de nosotros la nostalgia y la tristeza de no tenerte aquí. El cáncer me arrebató al ser al que más quería en la tierra, pero ni Dios me podrá arrancar los recuerdos que guardo, el mayor tesoro de mi infancia, las páginas más felices de mi vida.

Abue, te extraño. Y aunque sabes que no visito tu tumba, porque me niego a creer que estás ahí, sabes que siempre te llevo dentro de mí, en esa zona incorruptible que no pienso ceder ante nada ni ante nadie. En ea zona reservada para tí y para lo mejor de mí.

¿A dónde te fuiste? ¿Algún día nos encontraremos de nuevo?

Yo espero que sí.

3 comentarios:

  1. Aún mejor lugar.
    Se lo que sientes en este momento, yo no soy tampoco de las personas que van a los cementerios, les rezo en cualquier lugar porque se que estan a mi lado.
    El Cancer, tambien me arrebato hace casi un mes a un ser maravilloso, se extraña poderlos abrazar pero en los pensamientos y en los recuerdos viviran por siempre.
    Algún dia estaremos con ellos.
    TE mando un fuerte abrazo.

    ResponderBorrar
  2. Ah. Casi lloro.

    La mayor parte del tiempo creo que nunca volveremos a ver a quienes en vida amamos, pero hay otros días, como hoy, en que me aferro a creer que sí.

    Que Dios bendiga a tu abuelita, donde quiera que esté.

    Abrazos.

    ResponderBorrar
  3. Gracias a las dos por sus lindas palabras

    ResponderBorrar

Lo que quedó: