28 de abril de 2009

¿Ser o no ser...de los que usan tapabocas? Esa es la cuestión.(II)

Segunda parte de mi muy harto personal opinión sobre el tema del uso de los tapabocas en la epidemía de Influenza porcina.

¿Por qué hay quien los usa y hay quién no los usa?

Ante todo, creo yo, es una cuestión de ideología. Entendida, como me la explicaba mi maestro Froylán López Narváez en mis felices años en Prepa 6: la ideología es una creencia sostenida porque si.

Como irle a cierto equipo de futbol. Justo igual.

Responden quienes los usan: es que me puedo contagiar, es que tengo hijos, es que así es más seguro, lo dijeron en la tele...

Responden quienes no los usan: no sirven para nada, no me protegen, ni es cierto lo de la epidemia...

Al final, es una cuestión de fe. Quienes los usan ponen su fe en un trozo de tela, que la mayor parte de las veces tienen una vida útil de cuatro horas, pero que ellos usan hasta por una semana entera...Quienes no los usan ponen su fe en la idea de no necesitarlos...

Como en todo, quienes los usan ven feo a quienes no los usan, tildándolos de irresponsables. Quienes no los usan, miran por debajo del hombro a quienes sí los usan tildándolos de crédulos.

Por una vez, sólo por una vez, me gustaría que nos pusieramos de acuerdo en algo. Pero las autoridades no practican con el ejemplo: hablan del uso necesario de tan mentado elemento sanitario pero, ¿a poco usted ha visto a Calderón y Ebrard usando tapabocas en sus conferencias? Y yo veo tan campantes a Alatorre y López Dóriga dando las noticias sin tapabocas en cadena nacional...

¿De qué depende el creer?

¿Ser o no ser...de los que usan tapabocas? Esa es la cuestión.(I)


Dos días antes del anuncio oficial de la epidemia de influenza en México a mí ya me había invadido la paranoia. El martes me marcó mi mamá a la oficina y me dijo: quizá no me dejen salir del hospital (ella trabaja en el Hospital General de México): hay una epidemia de Influenza.

Obvio yo no le creí, muchas veces son falsas alarmas y de ahí no pasa, ya antes había pasado con la "epidemia" de varicela del año pasado. 

Así las cosas, llegué en la noche a mi casa y, tal como esperaba, ahí estaba mi mamá sana y salva. Que no fue Influenza sino neumonía, pero de que es epidemia es epidemia. Yo, medio en broma, medio en serio le dije que tenía que desinfectarse antes de saludarme o yo iba a moriiiiiirrrrrrr (drama innecesario).

Mi nick en el MSN cambió desde el miércoles por la mañana. Aléjate de mí: eres una mala influenza. pero nadie lo entendía, así no era divertido. Por la tarde del jueves el anuncio catastrófico y oficial: Epidemia de Influenza en México. Para el viernes por la mañana ya tenía nombre: Influenza Porcina. 

Desde ese momento hasta el actual he observado y sido partícipe de la paranoia colectiva, agravada por el temblor de ayer (me niego a repetir una vez más el machacado chiste que ya todos deben conocer a estas alturas). 

Pero más allá de eso, he llevado a cabo una cruzada personal: yo no uso tapabocas. Aunque me vean feo en el micro, aunque me segreguen en la oficina. No uso tapabocas y punto. 

¿Por qué? Es muy sencilla mi explicación. 

Mi mamá es enfermera, el viernes pasé media hora en el servicio de urgencias con ella, y eso me bastó para enterarme de dos cosas esenciales que apoyan mi decisión y que la gente no ha entendido:

1. Hay distintos tipos de cubrebocas, y cada uno de esos distintos tipos ofrece un nivel de protección diferente.
2. los cubrebocas sencishitos que usa la gente plebeya, no brindan protección a quien lo usa, evita más bien salpicaduras accidentales de baba portadora de virus a otros seres humanos
3. Es más fácil contagiarse por contacto con superficies en que el virus, de una forma u otra, este presente.

Hagamos de cuenta que alguno de mis compañeros de la oficina está enfermo y aún no tiene síntomas, estornuda y se tapa la boca con la mano. Obviamente no se lava las manos después de esto, y en algún momento se acerca a mi escritorio y comienza a explicarme algo, para lo cual utiliza mi mouse. El mouse entonces está en contacto con el virus.

Yo me voy a comer y vuelvo a trabajar. El virus puede estar activo durante horas en ese mouse. Hagamos de cuenta que yo uso un tapabocas (que no lo hago, pero pretendamos), toco el mouse y trabajo alegremente. Ahora el virus está en mi mano. 

Me da comezón en la nariz y yo, bien lista que soy, bajo el tapabocas y me rasco mi naricita con mi mano infectada. Listo. Se cerró el circulo. Por mucho tapabocas que yo usara.

Ahora imaginen la cantidad de manos que tocan el tubo del metro. Iuuuugh. Asco. 

De ahí que yo creo que, más efectivo que usar tapabocas, es tomar conciencia de nuestras lindas manitas

Fin de este post que sigue en otro.

25 de abril de 2009

Duda


¿que es mas útil? ¿un tapacuellos o un tapabocas? Yo creo que piensan que la influenza le teme al color azul.

17 de abril de 2009

Que ironía


La bandera de EU en chapultepec. Los niños héroes deben estarse revolcando en sus tumbas.

13 de abril de 2009

Como abeja al panal...

...o como insectos a la luz.

El otro día me desperté a las 3 de la mañana con un enojo que no puedo explicar. Y luego recordé que no me había lavado los dientes, así que para tranquilizarme, me dirigí al lavabo y realicé la omitida acción para tranquilizarme y darme tiempo para recordar la causa de mi enojo.

Nunca pude recordar porque desperté enojada. A veces tengo sueños extraños en los que las palabras cuatro, ocho, and then left, veintidos y nunca más suenan como los peores insultos y provienen de una boca conocida. Bien podrían ser esas u otras con igual sentido.

El punto, es que mientras miraba a mi reflejo lavarse los dientes, me vino a la cabeza una frase elaborada que ahora no recuerdo muy bien pero que iba más o menos así:


Los seres humanos somos como insectos atraídos inevitable y fatalmente por la luz. Sea que la luz fuere realmente una fuente luminosa u otra cosa.


Hay seres humanos cuyo fin último es perseguir el amor y se inventan el amor en cada cosa que ven, o bien la luz fatal no es otra cosa que aquello que han dado en llamar libertad y que consiste únicamente en ser dueños de nuestras propias correas para entregarla a quien se nos venga en gana (guerrilleros heróicos incluidos).


La atracción es la verdadera naturaleza humana, la fuerza que nos proyecta fuera de nosotros mismos, la verdadera razón de nuestros sentimientos de pertenencia o hastío...pero rara vez nos sentimos atríados hacia nosotros. El principio de otredad rige nuestra existencia. No queremos estar solos. ¡Viva la luz!


Sigo sin entender que quise decir con eso. A veces mi cerebro entra en automático y se niega a compartir razones entre los distintos compartimientos. Mi yo despierta se niega a preguntar.

Quizá otro día, en el momento exacto me despierte feliz y mirándome al espejo mientras me lavo las manos encuentre la pieza que falta para entenderme.

La razón y el sentido. Esa es mi luz.

Y aquí nadie dijo que aquello que perseguimos es lo que necesitamos.