26 de diciembre de 2012

Entregas

Todo empezó con una entrega a domicilio. Compré un cuadro precioso, de una vaca colorida a la que le puse por nombre Jacinta y que terminó colgada en la sala de mi casa. La pintora y yo estudiamos juntas en la universidad pero pocas veces habíamos platicado, yo en aquel entonces era amiga cercana de su actual novia y las tres formábamos parte del mismo círculo social.

En algún momento, un rompimiento amistoso (con intensidad de rompimiento romántico) con otra persona del mismo grupo, me llevó a alejarme de todos ellos, de la comodidad de pertenecer, de formar parte de, de todas esas cosas bonitas que conlleva saber dónde estás parados...

Con el tiempo la amistad se enfrió con todos ellos, y todo quedó tristemente en una amistad de Facebook y de vez en cuando en una que otra reunión navideña o cumpleaños. Eso, por supuesto, no implica que ni ellos ni todas las historias compartidas hayan perdido su lugar en mi corazón y en mi memoria...

Pero vuelvo al inicio. Todo empezó con una entrega a domicilio. Originalmente yo compré el cuadro porque quería ayudar a su novia, mi amiga del pasado sabiendo como sabía que para ella era importante echar a andar ese negocio. En parte eso y en parte que el cuadro era muy bonito y colorido y me enamoré de los enormes ojos de la vaca Jacinta.

Después de ese cuadro vino otra vaca...y después se me ocurrió que era buena idea pedirle un cuadro para mi mamá que todavía sigue en la afanosa labor de decorar su nuevo departamento (lleva dos años con eso). Después sucedió que mi papá también está por estrenar departamento y que andaba buscando un cuadro para decorar su sala, así que también para él hubo cuadro.

Cuatro entregas. No más.

Eso bastó para forjar un lazo importante entre ella y yo, un lazo que convertía en cada entrega en una sesión de confesiones, de preguntas sin respuesta, de porras mutuas, de consultar decisiones, de avisos.

La última entrega fue el fin de semana y funcionó como una especie de despedida. Se van a vivir a la playa.

"Voy a extrañar las entregas a mediodía en el metro Hidalgo", me dijo.

Cada persona en nuestras vidas llega en el momento preciso y parte cuando tiene que partir; y hoy, aunque ella no lo sepa,  mi casa y las de mis papás son un poquito más hogares gracias a los colores que sus pinceladas nos trajeron.

No sólo me entregó cuadros, con ellos me entregó sonrisas, historias y memorias. Sí. Yo también voy a extrañar sus entregas.