20 de abril de 2012

Sueños de ansiedad

Un post rápido antes de salir corriendo, inspirado en una plática amistosa a larga distancia.

No he hablado mucho de mi vida de casada. Y eso se debe, principalmente, a eso de que las familias felices no tienen historia. Todo muy bonito blablabla nos amamos blablabla nos peleamos por bobadas blablabla y después nos reimos... en fin, captan el punto.

Pero hay algo, hay una nube gris y monstruosa que empaña mi felicidad conyugal y es que...

MIS LIBROS Y PELÍCULAS SIGUEN EN MI ANTIGUA CASA

Hay noches en que el terror nocturno me ataca y llegan a mí pesadillas de desastres naturales: inundaciones, terremotos, el tipo de cosas que implica una evacuación inminente. Y yo sufro en mis sueños porque no puede rescatar mis libros, que se pierden, mojados, destruidos para siempre, o que quedan enterrados por montones de edificios. En mi locura del sueño, yo me niego a evacuar sin ellos, los arrastro en una mochila que no puedo dejar. Y así, me despierto empapada en sudor sólo para recordar que mis libros no están.

Creo que tengo un severo problema de fetichismo.

Y por eso fui al remate de libros del Auditorio Nacional a intentar llenar el vacío.

Mi botín incluyó:

- Una novela - La última canción de Manuel Sandero -   y un libro de cuentos - Cuentos casi completos-  de Ariel Dorfman (seguro lo recuerdan por Para leer al pato Donald, pero su literatura de ficción es fantástica).
- Las amantes de Elfriede Jelinek
- jPod de Douglas Copland

Es el equivalente a un poco de Valium.

My precious...

La generación Zoé

Acá la nota que da nombre a la entrada: http://www.proceso.com.mx/?p=304225

Hace un par de semanas debatía con mi esposo (sigo sintiendo raro al escribirlo) justo sobre este tema. ¿Quienes son hoy los rockeros revolucionarios, contestatarios, propositivos?

Me duele un poco pensar que nuestra generación (la generación que, nos guste o no, define el promedio de edad en nuestro país y que hoy anda por ahí e los 28) ha crecido y ha perdido la esperanza. Twiteaba yo hace unos días algo así como: "¿En qué momento pasamos del  Tengo 20 años y voy a cambiar el mundo al El mundo es una mierda, pásenme una cobija y déjenme dormir?

Aún así no creo que valga decir que no existe un interés en el país. Va más allá. Como yo lo veo, lo que sucede es que hoy nos sentimos ciudadanos del mundo. Y nos duele. Nos dueles este país al que no sabemos como rescatar (al que nos sentimos incapaces de rescatar), nos duele este mundo, cada vez más ajeno, más impersonal, más lleno de humo y artificialidad.

Creo que el dolor es más profundo que la rabia. Y creo también que ante eso, el amor se ha levantado como la única arma posible para defender nuestra humanidad y nuestra capacidad de creer, de extender un lazo hacia otro ser humano.

En cierto sentido nos volvimos más primitivos. Meros recolectores de cariño, tratando de recuperar la humanidad que se nos ha ido escapando poco a poco de las manos. Lidiando con la nostalgia de un pasado lleno de compromisos, de esperanzas, de futuro y con el miedo paralizante, con la incertidumbre que nos corroe las entrañas todos los días al asomarnos a la marea de noticias e información en la que se ha convertido todo. Bits, bytes, estadísticas.

Por supuesto, todo es filosofía de 3 pesos.

9 de abril de 2012

Nostalgia de las piedras

En Palenque las piedras hablan. Susurran nombres, historias, pasiones...que no entiendo y muy probablemente no voy a entender nunca. Desde mi perspectiva a Palenque hay que enfrentarlo con la mente en blanco, con la consciencia de no entenderlo, simplemente debe uno dejarse impresionar por la majestuosidad de su hermosura, de su dignidad, de su orgullo en medio de la selva.

Hay pocas cosas que recuerdo de mi infancia con más claridad que el momento aquel en que entré al Templo de las Inscripciones. Sentía miedo, ansiedad, un suspiro contenido. Hoy ya no se puede ni subir a la edificación y siento que eso me arranca de raíz una parte de mi vida. Soñaba con visitar de nuevo la tumba de Pakal con mi hoy esposo y darme cuenta que sigo sin entender nada

Aún queda sin embargo, la hermosa perspectiva desde el Templo de la cruz foliada, el horizonte interrumpido por las piedras ancestrales, la selva de fondo. Subir y respirar.

Pase el tiempo que pase y sin importar cuántas veces lo visite, Palenque es el gran enigma, el gran símbolo, la gran enseñanza: Todo pasa. Todo se acaba. Todo se esfuma.

Excepto la dignidad de la memoria.
Por eso, a veces, siento la nostalgia de las piedras.




3 de abril de 2012

El sabor de los mangos verdes...

...cubiertos con chile y limón mientras se camina por el centro de San Cristobal de las Casas, un pueblo de tejas rojas y calles que te invitan a caminarlas todos los días. Debería quedarme, se me escapa en voz alta mientras compro una botella de posh de jamaica. Como todos, me responde el dueño, chilango de cepa adaptado ahora al ritmo acompasado de un nuevo hogar.
Admiro los rostros, los ropajes, las flores bordadas, el aroma del café, los grafittis -pocos pero orgullosos-, las frutas, siempre las frutas. Colores vistosos que ya no recordaba mi retina, acostumbrada a la monocromía del gris citadino. Siento en mis pulmones el aire, fresco, un poco frío, de la montaña. Siento entre mis dedos otros dedos, los de mi esposo, que sonríe al mirarme sonreir. "Me encanta salir de viaje contigo", me dice, "pareciera que andas en drogas".
Y así me siento. La droga de pisar la tierra, de mirar de nuevo, de sentir que cada viaje mueve algo en mis entrañas. Éste en partícular.Lo sentí desde que me subí al avión. Hay algo en mí que cambió en esta semana, algo indescriptible, una sutil y ligera voz que me llamaba. Quizá la voz de la vida chiapaneca que mi mamá rechazó tantos años antes. Quizá era mi corazón hablándome, pidiéndome que recogiera los pasos de ese amor un poco frustrado que fue el de mis padres, recorrer sus caminos, y mirarme después en las fotos sonriendo. Sí, esa sonrisa que sólo se consigue en Chiapas. Supongo que así se siente vivir en el momento.

Como el sabor de los mangos verdes.