23 de diciembre de 2013

La nostalgia de la navidad y otras historias cortas.

Siempre que empieza diciembre me pongo nostálgica: me empiezan a inundar los recuerdos de otros diciembres, de otras navidades, de otros tiempos...

Recuerdo por ejemplo, los romeritos que preparaba mi abuelita Lucha. Las posadas de vecindad acompañadas de ponche diario, aguinaldos con jícamas y cañas, letanías siempre lideradas por ella...en fin, la presencia inquebrantable de mi abuelita y lo mucho que disfrutábamos diciembre juntas.

Hacíamos nuestra posada cada año. Hubo una ocasión en que la piñata se incendió con una velita dentro de la casa. Nada grave, muy divertido en realidad. Hubo también un año en que cada vecino, además de la piñata, puso cena y ponche. Tuvimos nueve posadas, las de ley. Me acuerdo que el año en que falleció mi abuelita, hicimos una posada por el cumpleaños de mi hermana, y que como mi abuelita ya no estaba me tocó a mí guiar la letanía, recuerdo que vivía en estado zombie en aquellas fechas. La verdad, es que desde que mi abuelita no está, la navidad perdió una parte importante de su brillo y ya ni las limas que compartía con ella me saben igual...

Recuerdo una navidad, hace 11 años exactamente, la navidad del 2002. Fue un año difícil: habían pasado dos años de la muerte de mi abuelita, yo llevaba un año en la universidad, mi hermana tenía entonces 6 años, el matrimonio de mis papás pasaba una etapa terrible...

Estaba muy triste, me sentía muy sola y vacía. Ese año mariana me dijo, escribe tus deseos al niño dios, al espíritu de la navidad, escríbelos y guarda una copia. El 24 de diciembre a las 11 de la noche, quema el original. Deséalo con todo tu corazón, ten fe y tus deseos se cumplirán.

Yo desee 3 cosas: Que los problemas entre mis papás se solucionaran, que nuestra situación económica mejorara (en aquel entonces era en verdad precaria) y conocer el amor.

Sergio llegó a mi vida un par de meses después. Mis papás siguieron juntos un tiempo, pero hoy están felizmente divorciados. Hoy, nuestra situación económica es otra, mucho más holgada.

Quizá fue simplemente mi fe. Quizá fueron las lágrimas que derramé quemando aquella hoja, aferrándome a la esperanza vana de que hubiera algo (dios, la navidad, el universo) afuera, atendiendo mis deseos. No lo sé.

Hoy no tengo deseos tan apremiantes. Hoy mi vida es muy distinta. Ahora, por primera vez en bastante tiempo, no tengo nada que desear, sólo tengo una profunda gratitud. Y es por eso que estoy nostálgica: Todo sería perfecto si hoy pudiera ver a mi abuelita y simplemente decirle: soy feliz. Ella siempre me acompañó en mis lágrimas, cómo me gustaría que me acompañara en mis sonrisas...

Estas eran nuestras fiestas. Cocinar juntas. Bailar juntas. Envolver juntas los regalos. Caminar juntas. Comer juntas.

Estas SON nuestras fiestas. Recordarte siempre. Amarte siempre. Hacer de mi vida un homenaje.






20 de agosto de 2013

Crecer...que no es lo mismo que madurar.

Una tarde, tenía yo once años, caminaba con mi mamá, como solíamos hacerlo antes de que existieran los novios, el marido, el trabajo o las cervezas (no recuerdo a dónde íbamos, probablemente al super o a comprar pan...algo),  y mi mamá me dio una noticia que cambiaría mi vida para siempre. Sí, así de dramático. PARA SIEMPRE.

Me dijo mi mamá, entre pasos nerviosos y con un nudo en la garganta, que tendría un hermano...o hermana. Básicamente, que a sus 35 años, 12 de casada y con una hija de 11 años y otro de 8, iba a empezar de nuevo el arduo camino de ser mamá.

Yo no lo entendí, no quería entenderlo. Hice un drama digno de puberta inconsolable. No podía ser, ella era MUY grande (madres, yo a mis 29 ni planes de hijos, así que probablemente, si es que sucede, tendré a mi primer bebé a la edad de su tercero...pero esa es otra historia), y nos tenía  nosotros, y casi NUNCA nos veía, y me iba a dejar de querer. Porque, claro, quién podría quererme a mí con un bebé al lado.

Sufrí mucho. Y en el proceso hice sufrir a mi mamá. Que ya bastante drama tenía en su vida: el embarazo de mi hermana casi le cuesta el matrimonio (lo cual, no habría sido tan malo al final y habría acortado el tiempo de sufrimiento con el mismo desenlace). En fin. 

Mi abuelita habló muy seriamente conmigo, me dijo, básicamente, que yo estaba siendo una escuincla malcriada y que sin importar lo que pasara mi familia siempre iba a estar para mí (lo cuál, dicho sea de paso es lo más cierto del mundo). Me dijo también que mi mamá me necesitaba, que si tenía que luchar con mi papá, o con su familia política era una cosa, pero que luchar conmigo la iba a quebrar. 

Recapacité. O algo así. 

Decidí entonces, un par de meses después de la noticia, que nadie iba a hacer sufrir nunca a mi mamá y que yo iba a estar siempre para ella sin importar nada. Porque para eso somos familia, y porque mi mamá es mi mejor amiga en todo el mundo mundial. Hablé con su panza, le canté, hacíamos planes para el bebé. Mi hermano y yo hablábamos y le pedíamos que nos dijera si iba a ser niño o niña. 

Yo siempre supe que iba a ser una niña. Mi mamá me dejó elegir su nombre. Itzel: el lucero de la tarde. 

Y vaya que lo ha sido. En una familia como la nuestra, su presencia vino a traer luz y alegrías, risas y esperanzas. El día que nació, en cuanto salió del hospital la tomé en mis brazos y me prometí desde ese día que siempre la iba a proteger, que siempre de los siempres iba a ser mi hermanita...

Y así fue durante mucho tiempo. Yo la bañé en su tinita, le cambié los pañales, la dormí en mis brazos, le revisé las tareas, le hice repetir entre lágrimas las palabras mal escritas, le enseñé a usar una computadora y a buscar libros en una biblioteca, sin darme cuenta cambié su vida al hacer que viera El increíble castillo vagabundo, le infundí el amor por los libros, siempre la hice apuntar lejos en su vida...

Era como mi hija. Pero nunca dejó de ser mi hermana. Y como tal, peleamos, lloramos, nos gritamos, nos enojamos, sólo para terminar el día con su cabecita en mi hombro mientras veíamos una película y sonreir cuando ella giraba su cara sólo para enviarme un beso...

Y ahora, es toda una estudiante de medicina. Dentro de poco una interna. Se desvela haciendo tarea, se le empiezan a marcar las ojeras, duerme poco, come poco...y sin embargo, tiene siempre una sonrisa en su rostro.

Siempre fue su sueño. Estudiar medicina. Salvar vidas. Ayudar a la gente enferma. 

Y yo admiro la persona en la que se ha convertido. Y lloro poquito. Porque ya no es mi niña, y en esto de crecer nunca se da un paso atrás. Porque dentro de poco, la responsabilidad de tener una vida en sus manos y su cercanía con la muerte y el sufrimiento, cambiarán su mirada y su carácter, porque en ese lugar al que se dirige ya no puedo protegerla. 

Así que, sí, mi hermana ha crecido, pero ahora le falta la parte más difícil: madurar. Y ese camino lo tiene que recorrer sola. 

Qué difícil es sentir esta impotencia. No quiero imaginar lo que se siente como mamá.

No, yo aún no termino de madurar.

15 de mayo de 2013

En el tintero

Llegué el lunes a la oficina. Más temprano que de costumbre. Me encontré con una noticia que no he sabido digerir, un compañero (del equipo de mi esposo) falleció tragicamente en un accidente automovilístico. Tenía 26 años y se había ido a Valle de Bravo a celebrar su 1er aniversario de bodas, en el viaje de regreso sucedió el accidente y falleció al instante. 

Es de esos eventos que te mueven el mundo, de esas circunstancias que uno no tiene manera de explicar o entender. Que una vida sea cortada de tajo, tan pronto, con tantos planes y sueños sin cumplir.

Nunca había visto llorar a mi esposo. Nunca. 

Y sin embargo, con esta pérdida vi lágrimas corriendo por su mejilla sin tener las palabras correctas para consolarlo. Nos duele su esposa. 

¿Cómo te repones de la pérdida del amor de tu vida, de la persona con la que quieres compartir sueños, dolores, terrores, y vejez? ¿Llega en algún momento el olvido para el amor?

A Sergio le prohibí morirse. Un poco en broma, un poco en serio. Con la ingenuidad y la fe que uno engrandece como antídoto contra el miedo. Sin él me volvería loca. 

Hoy pienso en todos los planes que tenemos y nos veo reflejados en una situación que hoy es cercana y dolorosa. Pienso en los lugares que queremos conocer, en los boletos de avión comprados, en los departamentos (con terraza y cocina abierta) que nos imaginamos habitar. Pienso en las películas que no hemos visto, en los cientos (miles) de conversaciones que nos falta por tener...y nada. Todo eso no es más que una ilusión. 

Anoche Sergio me platicaba sobre el proceso de lidiar con la ausencia de Jorge (así se llamaba), de no saber que decir a los proveedores que los buscaban con insistencia para que les resolviera algún pendiente. De la falta de palabras y explicaciones para aquellos que preguntaban por él, de la presencia de sus fotos, papeles, cosas, en el vacío de su lugar.

Cosas. Cosas que se quedan cuando ya no estás, como vestigio de aquello que fuiste, de aquello que amaste, de aquello que te provocó curiosidad. Una historia que nunca será contada por completo. 

¿Cuántas palabras se quedaron en el tintero? ¿Cuántos proyectos por trazar?

Mi tío alguna vez me dijo: Cuando lloramos por la muerte de alguien, lloramos por nuestra propia muerte. 

Nuestra condición mortal. Sin garantías ni pertenencias. 

Ni el amor nos salva. 

Hoy me siento sola. 

2 de mayo de 2013

No me gustó Iron Man (Spoiler Alert)

Esperaba con ansias locas la nueva entrega de Iron Man. Vamos, ¿cómo podría decepcionarme Tony Stark? Creía que no era posible, y lo logró. Lo peor del asunto es que parece que se esforzó. 
Algunos amigos dicen que es "entretenida". Yo digo que no. Es aburrida, sosa y sin sentido. 

Es como ver Duro de Matar 4. Explosiones sin climax, personajes sin corazón ni dimensiones. Un fiasco de historia que provoca bostezos y cara de interrogación. 

Desde que inició, miré fijamente la pantalla en búsqueda de alguna chispa que me recordara el carisma habitual de Tony Stark. Y nada. De ser un personaje envidiable, lo convirtieron en un bufón perseguido por un villano cuya motivación palidece al lado de la del Sindrome de Los Increíbles (bububu, sufro porque el señor Stark me dejó esperándolo en la azotea y por eso voy a ser malvado y de alguna extraña manera crearé mutantes que se prenden fuego y que nunca nadie explicará cómo, se convertirán en bombas bubububu).

Y ya ni hablar del hecho de que hablen de controlar el ADN a través del cerebro...Neta? 

Nunca entenderá porque Tony Stark decide declararle la guerra al Mandarín, por un asistente que no tiene la menor gracia ni importancia en la historia. Ni que la antigüa novia acabe muerta sin provocar la menor emoción nunca en la vida, su intento de amistad con Peper Potts nada más no prosperó. 

Y lo más, más triste, es que no hay climax para la historia. La supuesta vuelta de tuerca reculta anecdótica, más no sorprendente. Eso. Toda la película es anecdótica. Lejos, muy lejos queda la épica de Whedon y sus Avengers.Se extraña a Jon Favreu.(¿a quién se le ocurrió que el escritor de Arma Mortal podía dirigir Iron Man?).

En fin. Mala, muy mal. Tache. Gran decepción. Un churro noventero con marketing dosmilero. 

Ahora esperaré que Man of Steel si cumpla mi hambre de superhéroes de este año. 

16 de abril de 2013

Mascotas Prestadas

Siempre quise tener un gato, pero mis padres no coincidían en mi deseo. "Los gatos son muy sucios", decían.

Sólo he tenido una mascota en mi vida. Y esa mascota se murió al otro día de que me casé y se llevó con él un pedazo enorme de mi corazón. Es que sencillamente era mi mascota perfecta. Mia, aunque mi mamá y mi hermana se lo llevaron con ellas cuando se mudaron; a pesar de mis súplicas y mis chantajes del tipo "voy a vivir solita y sufroooo".

De ahí en fuera, todas mis mascotas en la vida han sido prestadas. Estaba la Grecia, una mastin gigantesca que mi papá dejaba entrar a la casa y que me despertaba a lengüetazos. Cariñosa y enorme. Era de mi vecino y se murió una navidad.

Estuvieron luego la Grecia II ,también una mastin, y el Toby , un pastor alemán de una dulzura infinita. También eran de mi vecino y en alguna ocasión se cruzaron y tuvieron unos cachorros bastante pintorescos, cuyo destino desconozco. Mi vecino se llevó a los dos perros a un estacionamiento que manejaba, y el Toby se escapó al poco tiempo. La Grecia simplemente desapareció...nunca supimos más de ella.

Estuvo también la Muñeca, una maltés que era de mi abuelita y que perdió toda alegría cuando ella falleció. Vivió 15 años, de los cuáles 5 los pasó ciega y medio sorda. Era un poco mía, si consideramos que yo pasaba más tiempo en casa de mi abuelita que en mi propia casa...

Después debería contar también al Teddy, el perrito que nació en un cumpleaños de mi tía Blanca y que se convirtió en su fiel compañero. Llegó muy pequeñito a la casa de mi tía (anteriormente la casa de mi abuelita)  y ayudó a lidiar con la depresión que dejó la muerte de la Muñeca. Ese perrito merece mención aparte por el simple hecho de que creía que yo era su mamá...y pretendía que lo amamantara. (Su nombre original era Whaitito - porque era White y chiquito, pero mi tía no nos dejó ponerle ese nombre).

También estuvo Guantes, un gato hermosooooo. Negro y con patas y pecho blanco. Una belleza indecible. Lo encontramos Sergio aullando debajo de un coche, y me sentí muy mal de dejarlo ahí. Le llevé leche y atún a la calle. Rogué y supliqué que me dejaran quedármelo. Pero me dijeron que ya estaba el perro y que no se podía (paréntesis cultural: mi perro le tenía miedo a los gatos). Como no pude llevarlo a mi casa, todos los días, en las escaleras del edificio, me sentaba con él, lo acariciaba y eramos muy felices. Supongo que alguien lo adoptó porque después desapareció de mi calle.

Conozcan a Guantes.

Siempre quise un gato.

Y entonces, mi vecino (experto proveedor de mascotas prestadas) se consiguió una novia y la novia tenía un gato. Un gato persa, gris, hermoso.

Y el gato se hizo amigo de mi perro. Y se comía sus croquetas. Y le robaba su cama. Y todo eso de madrugada, cuando nadie lo veía.

Cuando mi mamá y mi hermana raptaron a mi perro y me dejaron triste y sola, el gato decidió que era hora de hacer nuevos amigos, así que ahí lo tenía yo a las 2 de la madrugada, rascándome la panza.

Como yo había decidido ya no encariñarme con mascotas prestadas, decidí que no tendría nombre. Gato. Así le iba a decir. Gato vete. Pero, obviamente, me encariñé muchísimo. Y resultó que era hembra, así que Gato era su nombre artístico cuando me visitaba.

Y luego me casé, y me mudé y dejé a Gato sin su segundo hogar.


Este es gato pidiendo su forma favorita de amor: que le rasquen la panza con el pie
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Y quise un perro, pero no sabía que adoptarlo fuera taaan difícil. Y entonces recordé que siempre había querido un gato. Y mi querido esposo dijo que sí. Así es que a mis casi 30 años acabé cumpliendo mi sueño quinceañero de tener un gato negro como el de Sailor Moon.

Y eso me pone contenta. Eso y sus hermosos ojos de color indescifrable.

Y a pesar de que muerde cuando se estresa, y se enoja de noche cuando invado su espacio personal (que ha decidido instalar en mi almohada) y nos despierta a las 5 de la mañana para pedir que le de de comer (porque le gusta comer de mi mano) y de que desprecie las croquetas Cat Chow por comer Royal Canin y que haga berrinche si lo dejamos mucho tiempo solo... yo lo quiero.

Lo quiero como sólo se puede querer a una mascota, prestada o no. Con la ventaja de que nadie se lo llevará NUNCA sin mi consentimiento. Tener una mascota, creo, hace que siempre recuerdes que tienes un niño interior y que, sin importar cuánto te haya maltratado el mundo o tus padres, o el puto trabajo, siempre, siempre, siempre, puedes contar con que otro ser vivo es capaz de entregarte amor sin condiciones (bueno, un poco de comida, agua y apapachos nada más).

Este es Titino Gatino Tontino Chismosino Primero (aunque si eres cuate, le puedes decir Titino):





1 de abril de 2013

29

Darse cuenta de que tienes 29 años, que no sabes si eso es mucho o es poco. Que no tienes un hijo, no has escrito un libro y no has plantado un árbol.
Que la utilidad del oxígeno que inhalas es mínima.
Que necesitas desesperadamente ese viaje interior, esa epifanía que has buscado desde que tienes uso de razón. Que el uso de razón no te ha servido de nada. Que por las noches te espera un gato negro mirando por la ventana y ese es probablemente el punto alto de tu día.
Que eres un alma vieja, pero eso no te hace sabia.
Que ahí están las cicatrices, y algunas heridas que aún sangran.
Que da igual si son 29 o 30 o 50. Que no sabes que hacer con los años perdidos ni con los que aún no llegan. Que no sabes siquiera que hacer con este día.
Que en el fondo da lo mismo.
Que no has podido vencer a la melancolía. Que Lars Von Trier lo entiende perfecto.
Que no puedes dormir por la noche ni despertar por las mañanas y que no entiendes lo que eso significa, pero asumes que significa algo.
Que quieres que todo calle, que necesitas escuchar una voz que perdiste hace mucho. Que sabes y no sabes que necesitas reencontrarte con la sonora y límpida carcajada. Que no entiendes cómo entender. que no sabes el camino: destrucción, iluminación, búsqueda.
Que cierras los ojos y te da miedo el vacío....

Me regalé letras en mi cumpleaños. Quizá todo sea tan arbitrario como las palabras.


25 de marzo de 2013

Se llamaba vida hasta que llegaste tú
y después tomó tu nombre.

Por las noches caminaba de la cama a la cocina
susurraba, nadie oía.

En mis sueños cantaba de tu voz la melodía:
dulces tonos, negros días.

Me abrazaba a tu recuerdo y mi memoria insistía 
en hacerte más cercano, más dulce, más mío.

Se llamaba vida hasta que tú llegaste. 

Cuando despertaba, junto a una almohada vacía,
mis lágrimas rodaban: mi silente compañía. 
Yo anotaba tu cuerpo, tus caricias, esa sonrisa impaciente que me dirigías 
cuando mis palabras volaban en un idioma que no entendías. 

No estoy listo. 
No estoy listo para este amor tuyo que consume todo a su paso. 
No estoy listo para tomar en mis manos un corazón inflamado. 
No estoy listo para ti, que aprendiste a amar tan niña, 
que no temes al fuego, a la muerte, a nada. 
No estoy listo para vivid sin miedo, no estoy listo para vivir sin piso. 

Te quiero, pero no estoy listo.

Despreciaste la poesía de un amor desbocado.
Te atragantaste con mi desesperación.

Se llamaba vida.