1 de abril de 2013

29

Darse cuenta de que tienes 29 años, que no sabes si eso es mucho o es poco. Que no tienes un hijo, no has escrito un libro y no has plantado un árbol.
Que la utilidad del oxígeno que inhalas es mínima.
Que necesitas desesperadamente ese viaje interior, esa epifanía que has buscado desde que tienes uso de razón. Que el uso de razón no te ha servido de nada. Que por las noches te espera un gato negro mirando por la ventana y ese es probablemente el punto alto de tu día.
Que eres un alma vieja, pero eso no te hace sabia.
Que ahí están las cicatrices, y algunas heridas que aún sangran.
Que da igual si son 29 o 30 o 50. Que no sabes que hacer con los años perdidos ni con los que aún no llegan. Que no sabes siquiera que hacer con este día.
Que en el fondo da lo mismo.
Que no has podido vencer a la melancolía. Que Lars Von Trier lo entiende perfecto.
Que no puedes dormir por la noche ni despertar por las mañanas y que no entiendes lo que eso significa, pero asumes que significa algo.
Que quieres que todo calle, que necesitas escuchar una voz que perdiste hace mucho. Que sabes y no sabes que necesitas reencontrarte con la sonora y límpida carcajada. Que no entiendes cómo entender. que no sabes el camino: destrucción, iluminación, búsqueda.
Que cierras los ojos y te da miedo el vacío....

Me regalé letras en mi cumpleaños. Quizá todo sea tan arbitrario como las palabras.


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