16 de abril de 2013

Mascotas Prestadas

Siempre quise tener un gato, pero mis padres no coincidían en mi deseo. "Los gatos son muy sucios", decían.

Sólo he tenido una mascota en mi vida. Y esa mascota se murió al otro día de que me casé y se llevó con él un pedazo enorme de mi corazón. Es que sencillamente era mi mascota perfecta. Mia, aunque mi mamá y mi hermana se lo llevaron con ellas cuando se mudaron; a pesar de mis súplicas y mis chantajes del tipo "voy a vivir solita y sufroooo".

De ahí en fuera, todas mis mascotas en la vida han sido prestadas. Estaba la Grecia, una mastin gigantesca que mi papá dejaba entrar a la casa y que me despertaba a lengüetazos. Cariñosa y enorme. Era de mi vecino y se murió una navidad.

Estuvieron luego la Grecia II ,también una mastin, y el Toby , un pastor alemán de una dulzura infinita. También eran de mi vecino y en alguna ocasión se cruzaron y tuvieron unos cachorros bastante pintorescos, cuyo destino desconozco. Mi vecino se llevó a los dos perros a un estacionamiento que manejaba, y el Toby se escapó al poco tiempo. La Grecia simplemente desapareció...nunca supimos más de ella.

Estuvo también la Muñeca, una maltés que era de mi abuelita y que perdió toda alegría cuando ella falleció. Vivió 15 años, de los cuáles 5 los pasó ciega y medio sorda. Era un poco mía, si consideramos que yo pasaba más tiempo en casa de mi abuelita que en mi propia casa...

Después debería contar también al Teddy, el perrito que nació en un cumpleaños de mi tía Blanca y que se convirtió en su fiel compañero. Llegó muy pequeñito a la casa de mi tía (anteriormente la casa de mi abuelita)  y ayudó a lidiar con la depresión que dejó la muerte de la Muñeca. Ese perrito merece mención aparte por el simple hecho de que creía que yo era su mamá...y pretendía que lo amamantara. (Su nombre original era Whaitito - porque era White y chiquito, pero mi tía no nos dejó ponerle ese nombre).

También estuvo Guantes, un gato hermosooooo. Negro y con patas y pecho blanco. Una belleza indecible. Lo encontramos Sergio aullando debajo de un coche, y me sentí muy mal de dejarlo ahí. Le llevé leche y atún a la calle. Rogué y supliqué que me dejaran quedármelo. Pero me dijeron que ya estaba el perro y que no se podía (paréntesis cultural: mi perro le tenía miedo a los gatos). Como no pude llevarlo a mi casa, todos los días, en las escaleras del edificio, me sentaba con él, lo acariciaba y eramos muy felices. Supongo que alguien lo adoptó porque después desapareció de mi calle.

Conozcan a Guantes.

Siempre quise un gato.

Y entonces, mi vecino (experto proveedor de mascotas prestadas) se consiguió una novia y la novia tenía un gato. Un gato persa, gris, hermoso.

Y el gato se hizo amigo de mi perro. Y se comía sus croquetas. Y le robaba su cama. Y todo eso de madrugada, cuando nadie lo veía.

Cuando mi mamá y mi hermana raptaron a mi perro y me dejaron triste y sola, el gato decidió que era hora de hacer nuevos amigos, así que ahí lo tenía yo a las 2 de la madrugada, rascándome la panza.

Como yo había decidido ya no encariñarme con mascotas prestadas, decidí que no tendría nombre. Gato. Así le iba a decir. Gato vete. Pero, obviamente, me encariñé muchísimo. Y resultó que era hembra, así que Gato era su nombre artístico cuando me visitaba.

Y luego me casé, y me mudé y dejé a Gato sin su segundo hogar.


Este es gato pidiendo su forma favorita de amor: que le rasquen la panza con el pie
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Y quise un perro, pero no sabía que adoptarlo fuera taaan difícil. Y entonces recordé que siempre había querido un gato. Y mi querido esposo dijo que sí. Así es que a mis casi 30 años acabé cumpliendo mi sueño quinceañero de tener un gato negro como el de Sailor Moon.

Y eso me pone contenta. Eso y sus hermosos ojos de color indescifrable.

Y a pesar de que muerde cuando se estresa, y se enoja de noche cuando invado su espacio personal (que ha decidido instalar en mi almohada) y nos despierta a las 5 de la mañana para pedir que le de de comer (porque le gusta comer de mi mano) y de que desprecie las croquetas Cat Chow por comer Royal Canin y que haga berrinche si lo dejamos mucho tiempo solo... yo lo quiero.

Lo quiero como sólo se puede querer a una mascota, prestada o no. Con la ventaja de que nadie se lo llevará NUNCA sin mi consentimiento. Tener una mascota, creo, hace que siempre recuerdes que tienes un niño interior y que, sin importar cuánto te haya maltratado el mundo o tus padres, o el puto trabajo, siempre, siempre, siempre, puedes contar con que otro ser vivo es capaz de entregarte amor sin condiciones (bueno, un poco de comida, agua y apapachos nada más).

Este es Titino Gatino Tontino Chismosino Primero (aunque si eres cuate, le puedes decir Titino):





1 de abril de 2013

29

Darse cuenta de que tienes 29 años, que no sabes si eso es mucho o es poco. Que no tienes un hijo, no has escrito un libro y no has plantado un árbol.
Que la utilidad del oxígeno que inhalas es mínima.
Que necesitas desesperadamente ese viaje interior, esa epifanía que has buscado desde que tienes uso de razón. Que el uso de razón no te ha servido de nada. Que por las noches te espera un gato negro mirando por la ventana y ese es probablemente el punto alto de tu día.
Que eres un alma vieja, pero eso no te hace sabia.
Que ahí están las cicatrices, y algunas heridas que aún sangran.
Que da igual si son 29 o 30 o 50. Que no sabes que hacer con los años perdidos ni con los que aún no llegan. Que no sabes siquiera que hacer con este día.
Que en el fondo da lo mismo.
Que no has podido vencer a la melancolía. Que Lars Von Trier lo entiende perfecto.
Que no puedes dormir por la noche ni despertar por las mañanas y que no entiendes lo que eso significa, pero asumes que significa algo.
Que quieres que todo calle, que necesitas escuchar una voz que perdiste hace mucho. Que sabes y no sabes que necesitas reencontrarte con la sonora y límpida carcajada. Que no entiendes cómo entender. que no sabes el camino: destrucción, iluminación, búsqueda.
Que cierras los ojos y te da miedo el vacío....

Me regalé letras en mi cumpleaños. Quizá todo sea tan arbitrario como las palabras.