25 de noviembre de 2012

Me ocultas tu rostro y yo, con lágrimas en los ojos te ruego, una vez más, que me mires de frente. Ha sido una vida buscandote, ha sido soportar año tras año de indiferencia y evasión. Ha sido un largo y tortuoso camino el que hemos recorrido, yo aferrándome a tu mano, tú mirando hacia otra parte.

¿Cuándo aprenderé, me pregunto, que en este camino no cuento contigo?¿Cuándo aprenderé que no cuento con tu abrigo?

Supongo que es la falta de experiencia, la inocencia que tengo tatuada en la frente, la confianza ciega, la maldición de la esperanza....

Me pregunto si existes. Eres, probablemente, como el monstruo debajo de la cama o el ratón de los dientes. Eres el santa claus de los pobres. Te aprovechas, porque hasta el más incrédulo ha creído en tí en alguna ocasión.

Estúpido destino. Cuando era niña, pensaba que eras más grande que dios.

20 de noviembre de 2012

Me va quedando grande el mundo...

Me va quedando grande el mundo.

Como a esos ancianos que van encogiendo dentro de unos ropajes que denuncian su anterior lozanía.

Voy perdiendo estatura, peso, tamaño. Me quedo sentada en una banca cualquiera; en cualquier parque. Alimento aves imaginarias, sueño despierta con atardeceres rojizos que caen sobre pastizales verdes. Me miento.

Sonrio lánguidamente con la tristeza atorada en el pecho. Una tristeza turbia y densa que le ha quitado el sabor a miel maple a la vida.

(La vida me sabía a miel maple y pastel de chocolate recién horneado. A helado de dulce de leche. A manzanas con chamoy y limón. A fondue de queso gouda...

Me sabía).

Hoy me va quedando grande el mundo.

Siento, no sé, que mis huesos están próximos a quebrarse. Que ya no hay andadera que resista mis pesados, lentos, apesadumbrados pasos. Que más vale quedarme sentada. Respirar. En cualquier banca, en cualquier parque, y volver a alimentarme con la dulzura del aire de una noche de otoño, con la frescura de un pasto recién regado, con el calor de un abrazo que dure horas....

Quedarme quieta, respirar, recuperarme. Ganar peso, recuperar mi estatura, volver a ocupar este espacio que aún se nota y que era mio. Crecer de nuevo, expandirme, brillar. Volver a sentir que el mundo le queda pequeño a mi cariño, que me puedo comer la luna a cucharadas, que pudo tocar las estrellas, que nada tiene límite.

Volver a ser yo.

Necesito tiempo.

Es que este mundo me va quedando grande.

13 de noviembre de 2012

¿Cuál será el final de esta historia?
Ningún indicio ha aparecido, 
ninguna señal...
todo rumbo al olvido.

Mis tristezas se esconden
en aquellos rincones que cerré con candado,
me persiguen fantasmas de mis sueños pasados.
Mientras, anochece.

No siento el peso de este día transcurrido, 
no siento el contacto de mis pies sobre el suelo.
Mi cariño, mi afecto,
ya no son suficientes.
Mi corazón es un témpano de hielo.

Cada mañana despierto
con la losa del mundo aplastando mi cabeza.
Es el canto de la sirena, 
yo lo sigo.
Esperanza es su nombre.

Caigo de mil alturas diferentes.
Máscara tras máscara se destrozan todos los rostros
contra el pavimento.
Yeso agrietado.
Sonrisas quebradas.
Quisiera ver hacia el fondo de esos ojos mudos
que hoy ya no conozco.

No encuentro la paz en ningún lado,
el desasosiego es mi compañero, 
me aferro a mis lágrimas, no escapen.
Cuando duele,
-porque duele, y mucho -
me pregunto si el dolor pasará.
Cuando pesa,
-porque pesa, y mucho - 
me pregunto que razones ocultas 
me impiden dejarlo todo atrás.

Rejas gigantes, 
cantos apagados. 
Un árbol de espinas en el que canta un ave
color naranja. 
Cierro los ojos, 
no me espino.
El camino es estrecho .

Siento en mi pecho la zozobra.
Naufragar.
El deseo universal de la soledad.
Mientras.
Sólo dolor,
dolor que no pasa,
dolor que se queda. 
Y el infinito ciclo de los días.

 
El mañana me encontrará aquí, igual que siempre.