20 de noviembre de 2012

Me va quedando grande el mundo...

Me va quedando grande el mundo.

Como a esos ancianos que van encogiendo dentro de unos ropajes que denuncian su anterior lozanía.

Voy perdiendo estatura, peso, tamaño. Me quedo sentada en una banca cualquiera; en cualquier parque. Alimento aves imaginarias, sueño despierta con atardeceres rojizos que caen sobre pastizales verdes. Me miento.

Sonrio lánguidamente con la tristeza atorada en el pecho. Una tristeza turbia y densa que le ha quitado el sabor a miel maple a la vida.

(La vida me sabía a miel maple y pastel de chocolate recién horneado. A helado de dulce de leche. A manzanas con chamoy y limón. A fondue de queso gouda...

Me sabía).

Hoy me va quedando grande el mundo.

Siento, no sé, que mis huesos están próximos a quebrarse. Que ya no hay andadera que resista mis pesados, lentos, apesadumbrados pasos. Que más vale quedarme sentada. Respirar. En cualquier banca, en cualquier parque, y volver a alimentarme con la dulzura del aire de una noche de otoño, con la frescura de un pasto recién regado, con el calor de un abrazo que dure horas....

Quedarme quieta, respirar, recuperarme. Ganar peso, recuperar mi estatura, volver a ocupar este espacio que aún se nota y que era mio. Crecer de nuevo, expandirme, brillar. Volver a sentir que el mundo le queda pequeño a mi cariño, que me puedo comer la luna a cucharadas, que pudo tocar las estrellas, que nada tiene límite.

Volver a ser yo.

Necesito tiempo.

Es que este mundo me va quedando grande.

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