21 de octubre de 2008

Hola, soy Marisol...

y soy plano-holica.

Todo comenzó en mi lejana infancia, tan parecida a la de Matilda (aquella película en que Danny de Vito era un padre terrible y se creía que Mara Wilson era una gran promesa de la actuación), en la que para darle tono a mi vida, todo era un desastre.

Mi familia era un desastre.

Mi cabeza era un desastre.

El mundo era un desastre (sí, ya se hablaba de que gota a gota el agua se agota y yo incluso fui del club H2O...ay, aquellos tiempos).

En fin. Todo, todo, todito, todo era un desastre. Total, que me refugié en mis libros y en la escuela. Ahí todo era para mí un remanso de paz, orden y felicidad. Y me acostumbré. Me acostumbré a que había una hora de entrada y una de salida, a pasar lista, a que hubiera fechas para entregar tareas, a que había tiempo para el estudio y tiempo para el relajo...ah, que bonito es lo bonito...

Pero resulta que la escuela se me acabó hace un par de añitos (lloro y sufro), y desde entonces, el orden corre por mi cuenta. Me he vuelto adicta al orden. Soy plano-holica (clap clap clap).

Por ahí dicen que aceptarlo es el primer paso. Así que espero estar en el camino correcto.

Pero no me malinterpreten. Soy incapaz de saber hoy cuándo tomaré mis vacaciones del próximo año, dónde pasaré las navidades, si seguiré o no en el mismo empleo si - ahora sí- me compraré mi coche en 2009, o si la mano invisible del mercado me hará invertir en algo.

Pero no puedo sobrevivir un fin de semana sin planificación.

La angustia se apodera de mí los sábados por la tarde sólo de pensar en el maratón de Discovery Home & Health que me toca el domingo.

Él dice: Pero yo no puedo vivir planeando, me gusta la espntaneidad, y tener el espacio de decidir conforme se van presentando las cosas.

Yo digo: No me gusta la deriva. Hacer planes es mí único espacio de control en este mundo. Aún cuando admito que, desde que los planteo, tengo la certeza de que no llegarán a término en la forma en que los pensé. Así es el caos, la inviabilidad de la inamovilidad es lo que le da al mundo su eterno dinamismo porque si no fuera así estaríamos atados a decisiones que tomamos sin saber nunca sus consecuencias, porque al fin y al cabo no somos los únicos en decidir y así es esto la suma de las voluntades colectivas y el azar y la historia y el calentamiento global y las posibilidades de epidemia y de impactos de meteoritos y la escasez de alimentos y la crisis financiera mundial que no termina de declararse y es como una gripa que no acaba de darte pero te tiene con el cuerpo cortado y todo está tan revuelto y nada sale como quiero y yo...sólo quiero saber si podemos ir al cine el domingo!!!

Él dice: siento que me invades.

Yo digo: Pero sólo quiero saber qué vas a hacer el domingo...¿nos vamos a ver o no?

Él dice: No tengo porque avisarte.

Yo digo: Es mi tiempo, quiero saber qué hacer con él.

Él dice: ...

***

Sí, sí, sí. En todos los contextos soy adicta a los planes.

Eso de Marte y Venus es un lío. Yo sólo quiero saber si hay algún plan para el fin de semana. Y si no lo hay me largo al centro de la imágen a disfrutar de mi preciada y valiosa soledad. Que al fin y al cabo en los ojos de los otros se reflejan mis vivencias.

(Uf!, tenía que decirlo....gracias Darina por ayudarme con tu breve diálogo a aceptar mi adicción).

16 de octubre de 2008

De Targets y bichos raros...

Hace ya más de cinco años (¡Dios! ¿de verdad ha sido tanto tiempo?), tomaba mi bonita clase de publicidad en la facultad. El maestro, obvio, nos hablaba de la importancia de conocer a nuestro target. Lo queramos o no -decía- todos somos un target, y nos parecemos unos a otros más de lo que nos gusta reconocer.

En aquel momento, hizo un ejercicio que consistía en cinco preguntas. La primera ¿cuántos años tienen?. Después era ¿qué estación de radio escuchan?, ¿qué programas de TV ven?, ¿cada cuánto asisten al cine? ¿qué marca de tenis usan?

De es manera, tan burda, nos puso en evidencia algo que todos intuíamos, pero que a nuestros 18/19 añitos nos parecía imposible. No eramos únicos, ni mucho menos especiales. Y los anunciantes nos conocían muy bien.

Hoy, cinco años después, parte de mi trabajo consiste en conocer a ese famoso target siempre transitorio, siempre diferente, siempre fascinante. Lo triste de todo esto es que, de vez en cuando, me topo conque yo misma soy el objetivo de mis mensajes. Y una vez más, constato que no soy nada única ni nada especial.

Esta tarde me toca meterme a mi misma el dedo en la llaga y pensar en los adultescentes, kidults, adolescentes eternos, sufrientes (¿existe esa palabra? yo creo que no) del síndrome de Peter Pan.

Qué difícil no padecerlo cuando el mundo nos da la espalda y vemos llegar los veinticinco sin siquiera la remota posibilidad de comprar una casa, vivir solos es una ilusión y saltamos de la casa de nuestros padres a compartir departamento con otros tres güeyes igual de desordenados y fastidiosos que nuestra familia. Le doy crédito a Manqui, es signo de nuestra generación.

Sin posibilidad de estar solos, nos acompañamos con nuestros amigos. Eventualmente, y si la encontramos, una pareja podrá sustituir a los tres güeyes. ¿Hijos? Pero si son taaaan caros.

Y dentro de todo eso, hay que ser perfectos.Hij@s, herman@s, emplead@s, amig@s ... al final seguimos comportandonos como si quisieramos el 10 en la escuelita.

Ash, a quien engaño, la vida es siempre una escuela. Pero nunca habrá diploma.

....

Si, creo que voy a comprar el producto que me toca vender. Aunque sea sólo por la ilusión de tener un espacio para ser yo misma. Aunque eso signifique ser como todas las demás.

Lloro.

10 de octubre de 2008

Todo pasa y todo queda...

Ayer por una casualidad del destino, el pasado de mi vida amorosa volvió a mí. Mis grandes amores en la vida decidieron rebelarse contra el polvo del olvido en que los tenía sumergidos y regresaron.

Con mis grandes amores no me refiero únicamente a mis parejas/ex parejas/casi-alguna-vez-parejas-sentimentales, no, me refiero a todas esas personas a las que llegué a querer con una profundida tal que dejaron una huella imborrable en mi corazón.

Recordé a quien en un tiempo de mi vida fue mi amiga inseparable, quién me ayudó a superar la más grande decepción amorosa que he sufrido. Ya no lo es más, tenía más de medio año de no saber nada de ella me enteré de que quizá entre a trabajar en la misma empresa que yo. Me da mucho gusto.

Aún así, no pude evitar recordar todas las cosas que nos separaron. No fue una gran pelea, no nos peleamos por un hombre, simplemente, nos convertimos en personas distintas y poco compatibles. Nuestra amistad sobrevivió por un tiempo por mi compulsión patológica a decir a todo que sí y por su compulsión patológica de hacerse la importante. Pero empecé a decir que no.

Y en el momento en que dije que no una vez, comence a decir que no siempre. Así acabó nuestra amistad.

Y es que mi compulsión patológica de decir a todo que sí, se terminó cuando decir que sí rompía totalmente con mis principios y mis creencias. Nada de drogas, nada delictivo, nada ...sólo que decirle que sí a ella implicaba lastimar sentimentalmente a alguien más, a alguien a quien jamás podré sustituir en mi vida, uno de mis mejore amigos.

Al final, me dolió separarme, porque me sentía muy sola. Pero creo que al final valió la pena, yo he hecho mi vida, me he creado un círculo de amigos fabulosos y, de vez, en cuando coincido con ella en alguna fiesta y me entero de que le va bien.

De no ser por ella, mi depresión de aquel entonces quizá no hubiera llegado a un fin. Y se lo agradezco. Pero definitivamente no somos quienes eramos.

Perder su amistad me rompió el corazón. Pero todo pasa.