3 de enero de 2011

Primer post del 2011 que debió ser el último del 2010

No tuve tiempo de escribirlo en las últimas semanas. Aunque la verdad tampoco tuve el valor de hacerlo. Hoy, ya pasados los efectos del trastorno afectivo estacional, creo que tengo un poco más de claridad mental para acometer la misión.

NOTA: Éste es un test terapéutico -y largo-, si no les interesan mis quejas infundadas, por favor absténganse de seguir leyendo.

El año pasado lo inicié llena de esperanzas y afirmando con fe ciega que sería el mejor año de mi vida. Tenía sólo dos deseos: un mejor trabajo y que - por fin- me pidieran matrimonio.Era lo único que quería.

Y pues ahí tienen que los dos deseos se me cumplieron. Claro, en los términos en que la vida quiso.

La vida interpretó un mejor trabajo como una mejor paga y más responsabilidad (no lo nieguen, todos ustedes lo interpretan igual) y para mí estaba bien. Para mí un mejor trabajo significaba justo eso al principio del año: un sueldo que pagara mis viajes y mis cuentas sin mayor problema.

Lo que descubrí a lo largo de estos largos y duros meses es que en realidad no era eso lo que necesitaba. Me dí cuenta que no era eso lo que me hacía feliz. Hacia el final del año comencé una caída libre hacia ese sitio negro y lleno de arañas que se llama depresión y luché con todas mis fuerzas para encontrar una cuerda que me mantuviera unida al mundo. Un resquicio de luz en la oscuridad. Me fue difícil encontrarlo.

Me di cuenta, más que nunca antes, lo importantes, valiosos e indispensables que son mi familia y amigos en mi vida. Lo mucho que amo el cine. Lo mucho que me divierte escuchar el radio por la mañana. Lo necesario que es para mí mantener ese alguien que no puedo ser durante las horas de oficina, ese alguien que se deleita ante una buena fotografía, que disfruta los musicales, que ama aprender algo nuevo TODOS los días. MI TIEMPO. No concibo trabajar como he venido trabajando en los últimos meses, saliendo de madrugada, llevándome trabajo a casa los fines de semana...no puede ser. Creo que finalmente las cosas empiezan a tener un orden y poco a poco en las últimas semanas he vuelto a respirar...pero aprendí que el trabajo NUNCA podrá ser la prioridad número uno en mi vida. Soy una adicta en potencia, y es bien fácil convertirme en una workaholica, pero me niego. Prefiero los vicios elegidos, cosas como comprar DVDs y leer buenos libros.

Aunque aclaro, me siento profundamente agradecida por todas las oportunidades y el desarrollo que mi carrera ha experimentado este año. Es sencillamente que no las imaginaba así, y el que las cosas se desarrollaran de esta manera me hizo tener que mirar más profundo. Hoy entiendo más que al inicio de 2010 cuáles son los ingredientes de mi felicidad.No quiero volver a sentirme culpable por tener que sacrificar de manera sistemática aquello que disfruto. Soy bien consciente de que para lograr nuestras metas hay que hacer sacrificios...pero hoy tengo más claro que nunca (siempre lo he sabido) que mis metas no son sólo laborales, y que puedo hacer concesiones, pero no estoy dispuesta a sacrificar a largo plazo lo que amo por lograr aquello a lo que la gente suele llamar éxito.

En verdad, cada noche llegaba a mi casa sintiéndome defraudada por mí misma. No hubo una sola reunión con mis amigos  en el mes de diciembre a la que asistiera. Me sentó fatal. No cociné la cena navideña, pfff, por primera vez en 10 años.

Respecto al segundo deseo...prefiero reservarme mis comentarios. Simplemente diré que en verdad este año en verdad se ganó las palmas por la creatividad para interpretar lo que pedí. Y eso me llevó a un montón de lagrimas y telarañas mentales que aún no acabo de limpiar...

Peeeeerooooooo...

Más allá de mis deseos incomprendidos, mi depresión estacional y mi personalidad culpígena de toda la vida, debo reconocer que hubo ciertos eventos que hicieron que, efectivamente, 2010 fuera uno de los mejores años de mi vida:

- Porfinporfinporfin conocí Nueva York. La vida, una vez más, me cumplió el deseo, aunque -una vez más- me lo cumplió raramente. Yo quería ir con Sergio y al final me tuve que ir yo solita. Es el primer viaje que hago sola. Amé la ciudad. Amé los museos. La lista enorme de pinturas que quería ver cuando era niña se ha hecho cada vez más corta. Nada se compara a poder ver la Noche Estrellada de Van Gogh y Las señoritas de Auvignon de Picasso en la misma sala. Nada. Lloré de la pura emoción.

- Regresando del viaje a Nueva York pasé mi primer fin de semana viviendo sola. Así de rápidos se sucedieron todos los cambios en mi vida. Mi familia agarró sus maletas y se mudó a una cuadra de distancia.Yo me quedé en la casa en que he vivido toda mi vida, pero hoy finalmente puedo llamarla mía.

- El mejor trabajo en realidad ha sido una bendición. No importa cuan amargamente me queje.

- Y pues ¿qué más? Me fui a nadar con un tiburón de ballena al lado de mi persona favorita y la que más amo en todo el mundo mundial. Nada, nada, nada es mejor que saber que este es un año más que sumamos juntos. No importa cuanto tiempo pase, el 11 siempre será mi número de la suerte. Mi número primo gemelo, único e irrepetible.

Para cerrar. Antes de concluir el 2010 leí finalmente El mago de Oz (mea culpa, nunca lo había leído) y me quedé con una enseñanza deliciosa: lo que deseas, ya lo tienes.Pero para descubrirlo el camino nunca es fácil y rara vez implica quedarse sentados cómodamente. Además, también implica conocer gente y lugares nuevos y contar siempre con amigos dispuestos a trabajar con nosotros y ayudarnos a salir de los embrollos más complicados.

Decidí iniciar este 2011 con un sólo propósito: encontrar en mí la confianza para saber lo que quiero. Ningún deseo. Dejemos que la vida me sorprenda.