28 de diciembre de 2009

París, Praga y otras cosas para cerrar el año...


PARÍS

Comida más barata: Una crepa de salmón con queso, muy buena en Sacre Coeur - 5 Euros, aunque por 6 Euros podías comer un combo de kebab con papas y refresco, una ganga y muuuy rico.
Lo que más me impactó: Yo iba con todas las ganas del mundo de conocer el Louvre. Pero el museo de Orsay se robó mi corazón.
Lo que más disfruté: El último día, vagar por el parc des Vosgues, comer Pain aux chocolate en los Jardines de Luxemburgo.
Perla escondida de la ciudad: Vamos, toda la ciudad es una perla...pero nomino a Saint Chapelle.
Adicción descubierta: Yo diría re-descubierta, y fue caminar sin rumbo fijo.
Sorpresillas: Galerías Lafayette. Dios, es la locura. Enooorme.Eso y el péndulo de Foucault, la Tierra en verdad gira.

PRAGA

Comida más barata: Sopa de cebolla y cerveza en el u zavesenyho kafe, una delicia de lugar en la calle de Nerudova.
Lo que más me impactó: La belleza. Praga es en verdad hermosa.
Lo que más disfruté: Vagar por las calles y mirar el atardecer desde el puente de Carlos.
Perla escondida de la ciudad: Pues ni tan escondida. Visitar al niño Jesús de Praga, más allá de las connotaciones religiosas, esa iglesia tiene toda la buena vibra del mundo.
Adicción descubierta: El paniitooooo, olvidé por supuesto, su nombre en checo, pero es un pan a las brasas con almendra y miel de-li-cio-so.
Sorpresillas: La iglesia oculta...de verdad hay una iglesia a la que le construyeron unos locales enfrente, en la plaza de la ciudad vieja. Rarísimo

Un poco a propósito había dejado mi paso por París y Praga sin reseñar, quizá pensando que eventualmente encontraría la forma de hacerles justicia sin involucrar el drama en que las convertí. Sigo sin hallar la manera de separar el asombro y la felicidad que me provocó pisar sus calles de la tristeza infinita que me invadió mientras lo hacía. Y es que una cosa no tiene que ver con la otra.

¿Cómo podría no sentirme infinitamente feliz al estar frente al autorretrato de Van Gogh? ¿cómo hubiera sido posible no sentir mariposas en el estómago al caminar por el Louvre? ¿es posible tener la sangre tan fría como para no conmoverse ante la visión del cementerio judío?¿es posible tener un corazón tan duro que un atardecer en el puente de Carlos te parezca intrascendente?

Todos y cada uno de los lugares que visité regocijó mi pequeño corazoncito y lo hizo bailar de alegría. Me hizo cantar en el interior y alegrarme de estar viva.

Pero.

Siempre hay un pero.

Estaba deprimida.

No sabría como explicárselo a alguien que nunca ha padecido una depresión. La gente no alcanza a comprender la gravedad del problema. No me gusta tomar el término a la ligera porque se lo que implica: desesperación, desesperanza, imposibilidad. Imposibilidad de tomar las riendas de tus sentimientos, imposibilidad de ver claro, de entender, de sentir.

Porque estar deprimido y estar triste no son sinónimos. Yo me puedo poner triste si mi cactus favorito se muere, eso tiene hasta cierto punto, una lógica aparente. Pero la depresión…quisiera saber cuál es la causa.

No es sencillo para mí. Y definitivamente, no es sencillo para la gente a mi alrededor. En mi vida, he estado triste cientos de veces, pero deprimida, yo calculo que unas diez. Tampoco puedo asegurar que sean tantas o tan pocas – dependiendo de cómo lo miren- lo que si sé es que todas y cada uno de esos baches han dejado secuelas nada agradables.

Y es que, cuando estoy deprimida, la gente se asusta, incluso la gente que más me ama. Si, hay un monstruo en mi interior, un monstruo al que no me gusta ver, que no quisiera que existiera. Lo peor es que ese monstruo es una parte de mi que la mayor parte del tiempo puedo controlar, pero que nunca he podido eliminar.

Eso es lo que ha pasado el último mes, y ha llegado al grado de casi destruir mi relación con Sergio. Llegó el momento en que no me reconoció, y me lo dijo: me asustas. Pasaron muchas más cosas, pero basta con que diga que me volví un lastre incluso para mí misma, mi necesidad, o más bien, mi desesperación por salir de ese bache, me convirtió en una especie de vampiro emocional, y quién más sufrió fue él.

Que me dijera que le daba miedo no reconocerme fue el hilo que me sacó de la nube. No puedo decir que ya esté al cien, pero vaya que lo estoy intentando. Intento con todas mis fuerzas despejar toda la estúpida neblina para ver las cosas claramente de nuevo. Para no convertirme más en esa otra persona a la que detesto y que, desafortunadamente, enturbió el viaje que tanto anhelaba.

Creo que él nunca podrá entender cuánto lamento haber arruinado las cosas y haber sido una amargada. Pero tampoco podrá entender que a pesar de eso fui feliz y que ni un solo momento me arrepentí de haber hecho ese viaje con él.

Bueno…si hubo un momento. Imaginen: Sobre la Torre Eiffel, París de noche a nuestros pies, el lugar perfecto para tomar de la mano a tu pareja, darle un beso y decirle cuanto la amas…¿y saben que hizo él? Miró hacia arriba, y después de un breve silencio, anunció: creí que era un faro, pero no es un faro, son cuatro lámparas sincronizadas que parecen girar…

Yo lo mato.

Claro,yo hice el megadrama de la vida y lloré como Magdalena. Y después él creyó que era porque no me había propuesto matrimonio, y que por lo tanto yo lo estaba presionando para casarnos…

Larga historia.

Mi punto es que no sé si puedo hacerles justicia a dos ciudades que viví tan intensamente…Puedo presumir que hice el amor ,reí y lloré en ellas. Que la vista de nuestro hotel en Praga era privilegiada, que ya tengo una lista de cosas por ver en mi próximo viaje a Paris porque el tiempo nunca alcanza, que muero por un panito de la plaza de la Ciudad Vieja en Praga, que la Pilsner Urquell es ríquisima, que un pedazo de mi corazón se ha quedado allá. En fin, no quería que terminara el año sin haber escrito al respecto.

Es necesario cambiar de página. El próximo destino: Italia. Quizá más próximo: Nueva York. Quizá más más más próximo: Cancún.

Fue un buen año. Con todo y los últimos dos terribles meses. Si algo aprendí es que nunca voy a acabar de conocer y de conocerme, cada pista me provoca un cierto grado de emoción, pero como en todo, la decepción también enseña.

El mundo es grande, yo pequeña. Y sigo siendo fiel creyente de las sabias palabras de Rilke: “ tiene razón la vida, siempre y en cualquier caso”.

Con eso en mente, que venga el 2010. Éste es el mejor momento para iniciar un nuevo año.

17 de diciembre de 2009

Toda una década

Distintas circunstancias me han hecho pensar, más que en el cierre del año, en el cierre de la década. Entre ellas puedo contar el que las distintas revistas musicales estén haciendo sus listas de los discos de la década, y el hecho de que en estos días me encuentro elaborando un proyecto para mi trabajo sobre el segmento de adolescentes. 

Hace diez años yo era una adolescente. Hace diez años yo tenía 15. 

El mundo ha cambiado desde entonces, y para no delatar mi vejez prematura, me niego a decir "eshosh eran tiemposh mejoresh". Porque a mí me encantaría volver a tener 15 años en esta época en que Wikipedia killed the Encarta star. 

Mi novio me dijo el otro día que yo vivo fuera de mi tiempo. La verdad no me sorprendió, siempre ha sido así. No sé si algo que sienta sólo yo o algo común a mi generación, pero hay veces que siento que mi tiempo se esfumó. No hay época para mí. No hay. 

Yo viví mi adolescencia en tiempos en que lo máaas moderno era el ICQ. El único celular era el startac de motorola, lo más parecido a una red social eran las Geocities, el modem SONABA! Y TENÍA CABLES!!! Nada. De la prehistoria. 

Y en esta década que se va, más allá de lo que ha pasado al mundo, el mundo me pasó a mí. Por Dios! Que ya no tengo quince años!! Es una pena y una bendición. La primer década del nuevo milenio coincide con mi primer década como persona. Antes de los quince, mi capacidad de elegir era muy cercana a cero, hoy, miro atrás y veo que estos diez años sirvieron para algo. Para crecer. 

Inicié la década queriendo ser actriz y la termino sin saber qué carajos quiero. en ocasiones creo que había más certezas en mí, y que diez años de experiencia sólo ahondan las preguntas y alejan las respuestas. Pero no podría estar más satisfecha. 

Aquí, el Top 10 de mi década, diez momentos que hicieron que valiera la pena llegar a los 25:

10.Mi fiesta de 22 años, con todo y lo pecaminosa que fue. Mil gente, un pequeño lugar. Totalmente censurable. 
9.Mi fabulosa Graduación!!! Fiesta loca.
8.Entrar a mi primer trabajo, pensar que no sabía nada, sentir que me ibana  correr...y corroborar que soy buena para esto.
7.Caminar de noche por el Chonta. Mantener el ánimo. Saber que el cansancio es mental. 
6.Las parrandas de Comunicación Política. Nadie me había dicho que uno se podía divertir taaaanto en la escuela, nadie me había demostrado que la inteligencia y la responsabilidad no están peleadas con las desveladas y los excesos . Oh yeah! No cambio esos dos semestres por nada.
5.Festejar mis 25 años con champaña frente al mar. Nada más sublime que ese momento.
4.Viajar a Europa, ver con mis propios ojos lo que siempre creí vivía sólo en los libros.  Y valió la pena, principalmente porque me enseñó que YO PUEDO. Mi software cambió.
3. Ver crecer a mi hermana, gozarla, ser su amiga.
2.Conocer a mis amigos de la prepa...y conservarlos diez años después. 
1. Encontrar al amor de mi vida, poder reconocerlo y tomar el riesgo de elegirlo. Aún recordar la primera vez que me dijo Te amo y la primera vez que toqué su mano.

Fue una gran década. Y este fue un gran año a pesar de todo. Sé que el 2010 será mejor. Sólo llegará a mí lo que necesite, aún hace falta buscar más adentro.

15 de diciembre de 2009

Propera parada: Barcelona

Comida más barata: Pues quizá no la más barata pero si la más memorable: comida y peda con delicioso cava rosado para 2 personas 13 Eur en Cai Paixano (AKA La Champañería)
Lo que más me impactó: El Parc Güell y La Sagrada Familia, realmente uno se queda con la boca abierta.
Lo que más disfruté: El paseo por Montjuic: la fundación Joan Miró, seguida de la visita al estadio olímpico casi me saca lagrimitas (si, soy fan de Coby y qué y qué, y me creí lo de la flecha con fuego en el pebetero, mea culpa)
Perla escondida de la ciudad: El Palau de la Música Catalana (Orfeo Catalá), maldita sea el último día ya no alcanzamos boletos para la visita guiada y yo casi lloro. Es hermoso.
Adicción descubierta: El cava rosado y el zumo Granini, una delicia.
Sorpresillas: El genio de Domenech siempre a la sombra de Gaudí, y los maestros de primaria. Juro que había uno que llevó a sus niños al Park Güell y que traía rastas y piercings y todas esas cosas por las que se escandalizarían las mamás aquí en México.



Pues qué les digo, a Barcelona llegué un poco fastidiada y molesta. Me seguía molestando la maldita cintura con un dolor que seguro era muy parecido al de un parto - bueno, dolía un chingo, soy una nena mariquita y qué- y no me quería ir de Madrid. El tonto mapa que nos dieron en el aeropuerto era la cosa más inutil del mundo y no hallábamos nuestro hotel, cuando intentamos transbordar del Renfe al metro acabamos en la calle y así...


Caminamos como DIEZ cuadras con la maleta a cuestas - y en realidad habría que multiplicar eso  por 1.3 porque había que caminar extra por la bendita idea de recortar las esquinas - , y juro que no estoy exagerando. cuando llegué al hotel yo sólo tenía ganas de dormir, boca arriba para que mi cintura se tranquilizara. Pero al final, logré pararme y salimos al mundo. 


Porque sí, Barcelona es un mundo. 


Un mundo en el que las calles no son cuadradas, son hexagonales - lo cual en principio me resulto la cosa más difícil de entender del mundo, creo que nunca logré cruzar bien una calle-; en el que el peatón es la cosa más importante  - con carriles para bicicletas y motonetas que si funcionan y automovilistas que en verdad se detienen para dejarte pasar- y con un montón de gente de distintas lenguas y nacionalidad que la convierte en una especie de torre de Babel que se extiende desde el mar hasta la montaña.


Y es definitivamente un mundo en el que hay mil cosas por descubrir. 


Cuando, después de caminar un rato, ya sin mochilas, encontramos La Sagrada Familia, fue un momento indescriptible. Sí, sí, ya se que caigo en el cliché de Gaudí es Dios y demás...pero es que en verdad no te la crees. Cada fachada está hecha con tanto amor y detalle, con la pasión de alguien que sólo vivió para eso, que encontró su vocación en el arte. Definitivamente alguien con una misión en la vida. Sólo la suma de talento, pasión y visión pueden llevar a esas maravillas. Sentí una ligera opresión en el pecho, sonreí y me dije aquí estoy.


No entramos al museo, pero pasamos un largo rato observándola, tratando de aprehenderla por completo. Y después, a intentar recorrer todo lo que faltaba.


Algunos pueden decir que los Champs Elyseés es la calle más bonita del mundo. Pero el Passeig de Gracia no le pide nada: amplio, bien iluminado, es ideal para caminarlo al atardecer y descubrir la manzana de la discordia, en donde La Morera, La casa Amatller y la Casa Batlló pelean por el título de la más importante construcción modernista.


Había que entrar a la Casa Batlló. Definitivamente las fotos no le hacen justicia, mirarla es toda una experiencia. Cada rincón, cada detalle es una sorpresa pero es aún más sorprendente el conjunto de todo ello. Pasamos ahí una tarde, tocando, mirando, escuchando, sintiendo la luz, la falta de luz. El espacio. 


Seguimos con la casa Amatller, un lugar en el que la fantasía y la realidad se unen para crear una historia en sus paredes. 


Y de pronto, la noche en las ramblas, la visita obligada al barrio gótico y el Colom frente al mediterráneo.


Pero nada, nada es comparable al Parc Güell. El lugar tiene su propio soundtrack: Jazz, Bossa Nova y hasta Los Beatles tienen cabida. Cada área tiene su sonido, su particular textura, su propia iluminación. Me enamoré del Parc Güell porque, además, por primera vez en el viaje me hizo mirar a mi novio a los ojos y sonreir. Siempre atesoraré esos momentos en el corazón. 


Montjuic merece un día, no me alcanzan las palabras para describir mi emoción al tener las obras de Miró enfrente, el tapiz de la fundación es verdaderamente una cosa de no creerse. Y el atardecer en la anilla olímpica. Bueeenoooo...me tomé mi foto con el pebetero y canté la canción de Coby. Las de Barcelona han sido siempre mis olimpiadas favoritas y ni las superproducciones recientes han logrado opacar lo que sentí cuando encendieron el pebetero con una flecha. Tenía yo 8 añitos.


Me da la impresión de que cada vez que recuerdo Barcelona, crece mi aprecio por ella. Por sus calles, por sus rincones, por su arquitectura, por la cultura que la recorre, por erigirse en una babel moderna y organizada. Por lo que queda de las exposiciones universales, por lo que aportó al mundo con el modernismo...


Barcelona me sorprendió con cada rincón y es definitivamente un lugar al que he devolver. No sé si pronto, pero he de regresar. Al menos a ver como queda la Sagrada Familia cuando esté terminada.



3 de diciembre de 2009

Dieta Mediterránea

Dejaré un poco de lado los posts sobre el viaje, que continuaré en algún momento, para hablar de una película que vi ayer y que francamente disfruté muchísimo.

La película en cuestión es  Dieta Mediterránea  (España, Dir. Joaquín Oristrell, 2009 , Con: Olivia Molina, Paco León, Alfonso Bassave), y la ví por puro churro gracias a la Muestra de Cine Español... que se acaba hoy, pero si tienen oportunidad de verla en algún otro lugar, por favor véanla. Es un must. 


La película cuenta la historia de un romance, uno muy poco convencional. Sofía nace a finales de los 70s y decide que su vocación y misión en la vida es ser , no una buena cocinera, sino la mejor del mundo. A partir de ese destino trazado, su vida se enlaza con Toni y Frank, dos hombres que, a su manera, quieren hacerla feliz.

Para Toni hacerla feliz es darle una casa y formar con ella una familia, cerca de sus padres, mantenerla honradamente, pues. Para Frank, hacerla feliz consiste en ayudarla a explotar su talento en la cocina...y luego explotarlo él. Frank ve en Sofia una mina de oro, la piedra faltante para poder lograr su sueño de montar un restaurante.

Pero el triángulo amoroso no es tan sencillo. Al final, Sofía se da cuenta de que necesita ambos mundos: una familia y un futuro brillante para su carrera. Pero aún más importante, necesita a Frank y Toni, a los dos, para ser feliz. Así, para poder ser felices, los tres establecen los lunes como su día de reunión, un día de libertad total en que pueden hacer lo que quieran y en que los tres comparten su desnudez con una sonrisa en el rostro, mientras a los niños los cuidan sus abuelos.

Entre los tres se establece una relación cómplice, llena de deseo, amistad y compromiso. De tal forma que uno comienza a cuestionarse sobre sus propios principios morales. ¿Estaríamos dispuestos  a tener una relación con tres bandas? ¿importaría si somos el esposo o el amante?

Al final las preguntas están planteadas con toda la buena vibra del mundo y en medio de un humor ácido que incluye un papá bisexual, una esposa japonesa descubre-ovnis y platillos dignos de provocar erecciones y ataques risa.

Todo esto aderezado con el mar de fondo, la brisa salada soplándonos por la espalda y los sabores casi paladeables de la bendita Dieta Mediterránea. Sólo en un lugar como Barcelona se podría obtener tanta frescura.

Al final, me provocó muchas sensaciones que creía ya olvidadas entre el polvo de aquello a lo que llamamos madurez. La dimensión lúdica del deseo, en que desnudez, fragilidad y franqueza se muestran como algo permisible y alcanzable y que en muchas ocasiones nos vemos obligados a encerrar con nombres como noviazgo o matrimonio, volvió a mí. No hay nada más excitante que la complicidad en una relación, nada más desafiante que sabernos dueños del secreto del otro. El erotismo se compone de eso, de aquello que está velado y que nos promete el cielo. Sólo en la penumbra del erotismo somos capaces de admitir aquello que la luz de la sexualidad explícita nos obliga a censurar.

¿Qué de malo tiene una relación en que hay amor por parte de los tres, en que hay deseo por parte de los tres, en que hay plena confianza por parte de los tres? ¿Qué son tres? Quizá no soy tan vieja como pensaba. Porque no le veo nada de malo al número tres.

Por breves instantes, recordé lo que era tener veinte años y pensar que todo es posible. Y aún así, mis principios se mantienen intactos: amor y honestidad. Cualquier relación en la que esos principios se excluyen me parece mucho más inmoral que un Big Love consensuado. Vamos, que tampoco apoyo la promiscuidad. Los tres son siempre los tres, y miren que conozco parejas en los que la relación a veces es de 4 y a veces de un número que no cabe entre el uno y el diez.

Caray...pues si pueden vean la película e intercambiamos impresiones. Les dejo el trailer pa' que sepan de que hablo:

El día en Toledo.

Dedicamos uno de nuestros días de estadía en Madrid para visitar Toledo y valió la pena. Vamos, que es como ir a  Guanajuato, un lugar ideal para caminar y mirar. Tomamos el trenecito que parte de la Plaza de Zocodover y las vistas de la ciudad fueron increíbles.

Quizá lo que más me impresionó de Toledo fue la catedral. Realmente es muy bonita, créanme que he visto muchas iglesias y ninguna me ha dejado tan embobada. Se respira paz, en verdad. Y no sólo en la catedral,  no hace falta más que caminar por las orillas del rio Tajo para sentirse pequeño y jóven andando puentes que están ahí desde hace más de 500 años.

Es de cuento.

- Me quedé con ganas de visitar la Sinagoga de Tránsito, pero he de volver. Es una promesa -

Si paran por Toledo, no olviden comprar turrones y mazapanes, compré unos de chocolate en Los Toledanos que para que les cuento. Riquísimos. Intenté no dejarme el sueldo comprando damasquinado (una artesanía típica que consiste en crear figuras con hilo de oro sobre una base acero inoxidable), y lo logré sólo por obra y gracia de Jebuz. En verdad que hay cosas bonitas.

Tan pronto tenga fotos actualizaré este post, porque en honor a la verdad creo que no le estoy haciendo justicia a tan bonito lugar. Esperen las postdatas.

1 de diciembre de 2009

Siempre tendremos...Madrid



Comida más barata: Bocadillo + caña 2 Euros en el Museo del Jamón. Toda una joya de la ciudad.
Lo que más me impactó: Ver el Guernica con mis propios ojitos mios de mí y aunque merecería una mención aparte, la Catedral de Toledo. Impresionante.
Lo que más disfruté: Ver el atardecer desde el Templo de Debod.
Perla escondida de la ciudad: Los frescos de Goya en la ermita de San Antonio de la Florida, cuya visita concluyó en una deliciosa comida en Sidras Mingo
Adicción descubierta: Al jamón ibérico. MMMMMMM.
Sorpresillas: El concepto del mercado de San Miguel, Kukuxumusu, el rosedal.


Madrid fue un gran inicio. El aeropuerto de Barajas para empezar, es la cosa más limpia y ordenada que he visto en mi vida (nada que ver con el horrible Heathrow de Londres), con terminal del metro dentro del mismo aeropuerto, práctico y funcional. 


Nos hospedamos cerca de la Plaza del sol, y de ahí todo fue caminar. El 1er día visitamos la Plaza del Sol, el Palacio Real y la Catedral de Almudena (mucho más nueva que la linda Catedral de la Cd. de México. Aprendizaje del día: que los jugos son zumos y el durazno, melocotón; las sabritas allá son Lays y el sabor favorito es el de jamón ibérico. 


Madrid fue el 1er lugar del mundo en el que comí Kebab/falafel. Delicioso. 


Al otro día, tour imaginario por el Madrid Medieval. Uno aprende que las apariciones de vírgenes son cosa de todos los días y que basta con rezar y rezar para que dentro de un muro aparezca la bendita imagen con velitas encendidas y todo. También aprendimos que a España le va mal porque vivieron con judíos, y si ellos se cargaron al hijo de Dios pues...ya se imaginaran la tirria que les tiene -como aclaración, el comentario fue dicho en broma por un guía de turistas con un humor bastan te negro y aludiendo a la arquitectura ;). Nada serio. Todo en broma. España vive con su historia todos los días, en cada una de sus calles pero se niega por principio a hablar de ella. Al menos en Madrid. 


Y es que Madrid es una ciudad moderna, vamos, que la Cd. de México es más antigua, imaginen. Y es siempre una fiesta. Si me enamoré de Madrid es por la buena vibra que despiden todos durante todo el día. Parece que todos van rumbo a una fiesta o van saliendo de una fiesta o están en una fiesta. Increíble. Esa sutil indiferencia hacia los demás, esa sensación de breve felicidad. Me encantó, sucumbí al carisma de la madre patria. 


El parque del retiro es lindo. Muy lindo. Fue durante esa visita que caímos en cuenta de lo común que es decir culo en Madrid. Y que os den por culo a todos. Las popitas tienen sal hasta el culo. Dónde te portes mal te golpeo en el culo. Ah! Bonito! claro, las risitas mojigatas escapaban de nuestro control.


Vale la pensa perderse un rato en el parque y observar a los niños, los pocos niños. Todos, eso sí, con la última moda en carreolas. Yo quiero una que tenga sleeping integrado, se ven tan calientitos y felices. Y sonrientes.Porque los niños madrileños son la cosa más consentida y echada a perder del mundo, son del tipo de niños que gritan a sus papás y que no están nunca conformes con nada. Si alguna vez vieron Crimen Ferpecto de Álvaro de la Iglesia y recuerdan a la hermanita, sabrán a qué me refiero. Visitar Madrid es intenso.


Y todo se volvió más intenso en cuanto pisé el centro de arte Reina Sofía. Ver el Guernica fue algo estremecedor. No por ser en Blanco y Negro la guerra resulta menos desoladora. Miró, Dalí, Picasso. Toda una experiencia. 


Luego a terminar el día en el Museo del Prado. Caray. Qué impresión. ¡Vi las pinturas negras de Goya! Me volví muy fan desde que trajeron una exposición de sus grabados a San Ildefonso. Pero sus pinturas son muy otra cosa. Casi lloro. de verdad. Con todo y el puto dolor de cintura que decidió atacarme durante todo el viaje, disfruté caminar por el Del Prado. Y Las Meninas. A veces, cuando vez todas esas cosas en los libros, durante tantos años, tantas veces, comienzas a dudar de su existencia real y entonces te sorprenden aún más, con dimensiones y tamaños que no imaginabas, con detalles y pinceladas que ninguna fotografías es capaz de transmitir. Fue como si mi niña interna hubiera, colmado todos sus sueños de un plumazo. Porque sí, cuando niña, yo soñaba con verlo todo, con tocarlo todo, empezando por esas fotos en los libros que nunca creí corroborar. 


Ahora tengo veinticinco años y sé que valió la pena esperar, mis ojos miraron con más avidez y con más incomprensión. Me gusta no comprenderlo todo.


Y para sumirme en esa incomprensión, bastó con terminar el día tomando chocolate con churros en la chocolateria San Gines. Una tradición tan española no podía sino venir del continente americano. Las ideas, como la materia, no se crean ni se destruyen, simplemente se transforman. Y España entera es una muestra. Madrid, sólo un botón. Sin árabes, sin la judería, ni la arquitectura, ni el arte, ni su borrosa identidad existirían. 


Fenómeno. 


Y Toledo al día siguiente, no hizo sino comprobarlo. 


Pero esa, es otra historia.