28 de diciembre de 2009

París, Praga y otras cosas para cerrar el año...


PARÍS

Comida más barata: Una crepa de salmón con queso, muy buena en Sacre Coeur - 5 Euros, aunque por 6 Euros podías comer un combo de kebab con papas y refresco, una ganga y muuuy rico.
Lo que más me impactó: Yo iba con todas las ganas del mundo de conocer el Louvre. Pero el museo de Orsay se robó mi corazón.
Lo que más disfruté: El último día, vagar por el parc des Vosgues, comer Pain aux chocolate en los Jardines de Luxemburgo.
Perla escondida de la ciudad: Vamos, toda la ciudad es una perla...pero nomino a Saint Chapelle.
Adicción descubierta: Yo diría re-descubierta, y fue caminar sin rumbo fijo.
Sorpresillas: Galerías Lafayette. Dios, es la locura. Enooorme.Eso y el péndulo de Foucault, la Tierra en verdad gira.

PRAGA

Comida más barata: Sopa de cebolla y cerveza en el u zavesenyho kafe, una delicia de lugar en la calle de Nerudova.
Lo que más me impactó: La belleza. Praga es en verdad hermosa.
Lo que más disfruté: Vagar por las calles y mirar el atardecer desde el puente de Carlos.
Perla escondida de la ciudad: Pues ni tan escondida. Visitar al niño Jesús de Praga, más allá de las connotaciones religiosas, esa iglesia tiene toda la buena vibra del mundo.
Adicción descubierta: El paniitooooo, olvidé por supuesto, su nombre en checo, pero es un pan a las brasas con almendra y miel de-li-cio-so.
Sorpresillas: La iglesia oculta...de verdad hay una iglesia a la que le construyeron unos locales enfrente, en la plaza de la ciudad vieja. Rarísimo

Un poco a propósito había dejado mi paso por París y Praga sin reseñar, quizá pensando que eventualmente encontraría la forma de hacerles justicia sin involucrar el drama en que las convertí. Sigo sin hallar la manera de separar el asombro y la felicidad que me provocó pisar sus calles de la tristeza infinita que me invadió mientras lo hacía. Y es que una cosa no tiene que ver con la otra.

¿Cómo podría no sentirme infinitamente feliz al estar frente al autorretrato de Van Gogh? ¿cómo hubiera sido posible no sentir mariposas en el estómago al caminar por el Louvre? ¿es posible tener la sangre tan fría como para no conmoverse ante la visión del cementerio judío?¿es posible tener un corazón tan duro que un atardecer en el puente de Carlos te parezca intrascendente?

Todos y cada uno de los lugares que visité regocijó mi pequeño corazoncito y lo hizo bailar de alegría. Me hizo cantar en el interior y alegrarme de estar viva.

Pero.

Siempre hay un pero.

Estaba deprimida.

No sabría como explicárselo a alguien que nunca ha padecido una depresión. La gente no alcanza a comprender la gravedad del problema. No me gusta tomar el término a la ligera porque se lo que implica: desesperación, desesperanza, imposibilidad. Imposibilidad de tomar las riendas de tus sentimientos, imposibilidad de ver claro, de entender, de sentir.

Porque estar deprimido y estar triste no son sinónimos. Yo me puedo poner triste si mi cactus favorito se muere, eso tiene hasta cierto punto, una lógica aparente. Pero la depresión…quisiera saber cuál es la causa.

No es sencillo para mí. Y definitivamente, no es sencillo para la gente a mi alrededor. En mi vida, he estado triste cientos de veces, pero deprimida, yo calculo que unas diez. Tampoco puedo asegurar que sean tantas o tan pocas – dependiendo de cómo lo miren- lo que si sé es que todas y cada uno de esos baches han dejado secuelas nada agradables.

Y es que, cuando estoy deprimida, la gente se asusta, incluso la gente que más me ama. Si, hay un monstruo en mi interior, un monstruo al que no me gusta ver, que no quisiera que existiera. Lo peor es que ese monstruo es una parte de mi que la mayor parte del tiempo puedo controlar, pero que nunca he podido eliminar.

Eso es lo que ha pasado el último mes, y ha llegado al grado de casi destruir mi relación con Sergio. Llegó el momento en que no me reconoció, y me lo dijo: me asustas. Pasaron muchas más cosas, pero basta con que diga que me volví un lastre incluso para mí misma, mi necesidad, o más bien, mi desesperación por salir de ese bache, me convirtió en una especie de vampiro emocional, y quién más sufrió fue él.

Que me dijera que le daba miedo no reconocerme fue el hilo que me sacó de la nube. No puedo decir que ya esté al cien, pero vaya que lo estoy intentando. Intento con todas mis fuerzas despejar toda la estúpida neblina para ver las cosas claramente de nuevo. Para no convertirme más en esa otra persona a la que detesto y que, desafortunadamente, enturbió el viaje que tanto anhelaba.

Creo que él nunca podrá entender cuánto lamento haber arruinado las cosas y haber sido una amargada. Pero tampoco podrá entender que a pesar de eso fui feliz y que ni un solo momento me arrepentí de haber hecho ese viaje con él.

Bueno…si hubo un momento. Imaginen: Sobre la Torre Eiffel, París de noche a nuestros pies, el lugar perfecto para tomar de la mano a tu pareja, darle un beso y decirle cuanto la amas…¿y saben que hizo él? Miró hacia arriba, y después de un breve silencio, anunció: creí que era un faro, pero no es un faro, son cuatro lámparas sincronizadas que parecen girar…

Yo lo mato.

Claro,yo hice el megadrama de la vida y lloré como Magdalena. Y después él creyó que era porque no me había propuesto matrimonio, y que por lo tanto yo lo estaba presionando para casarnos…

Larga historia.

Mi punto es que no sé si puedo hacerles justicia a dos ciudades que viví tan intensamente…Puedo presumir que hice el amor ,reí y lloré en ellas. Que la vista de nuestro hotel en Praga era privilegiada, que ya tengo una lista de cosas por ver en mi próximo viaje a Paris porque el tiempo nunca alcanza, que muero por un panito de la plaza de la Ciudad Vieja en Praga, que la Pilsner Urquell es ríquisima, que un pedazo de mi corazón se ha quedado allá. En fin, no quería que terminara el año sin haber escrito al respecto.

Es necesario cambiar de página. El próximo destino: Italia. Quizá más próximo: Nueva York. Quizá más más más próximo: Cancún.

Fue un buen año. Con todo y los últimos dos terribles meses. Si algo aprendí es que nunca voy a acabar de conocer y de conocerme, cada pista me provoca un cierto grado de emoción, pero como en todo, la decepción también enseña.

El mundo es grande, yo pequeña. Y sigo siendo fiel creyente de las sabias palabras de Rilke: “ tiene razón la vida, siempre y en cualquier caso”.

Con eso en mente, que venga el 2010. Éste es el mejor momento para iniciar un nuevo año.

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