30 de septiembre de 2010

El asunto de la reventa

Hace diez años The Cranberries vinieron a promover el Bury the hatchet en un gran concierto en el auditorio nacional. Yo no iba a ir originalmente, pobre -paupérrima- como era. Al final Mario decidió no ir -no recuerdo cuál fue la razón- y acabo vendiéndome su boleto en pagos chiquitos.

Ese fue mi primer acercamiento con la reventa. Y con los conciertos acompañada de la cuatiza.

Yo descubría The Cranberries gracias a la obsesión malsana que mi amigo Isra tenía con ellos. Recuerdo que me los prestó para grabarlos (¡los grabé en casette!) porque, obvio, yo no tenía dinero para comprar discos. Los escuchaba día y noche, noche y día hasta aprenderme sus canciones, que era lo que yo suponía se debía hacer en esos casos. Me dí cuenta entonces que escucharlos me hacía sentir bien. Sí, en esa época en que tener quince años me parecía la peor fregadera que se le podía hacer a un ser humano, en esa época en que mi casa me parecía peor que Santa Marta y lo único que quería era escapar y tener espacio y respirar aire fresco y olvidarme de la culpa y las obligaciones...(tengo pensado un post al respecto...luego)

Pues sí. The Cranberries me hacían bien. Luego de cada uno de los muchos días largos de mi adolescencia, escucharlos mitigaba el insomnio y los terrores nocturnos y hacia que mi imaginación proyectara sobre el techo un mejor lugar. Yo no los entendía. Hoy sí.

Diez años después, el lunes me dirigía a escucharlos de nuevo en el auditorio. llena de nostalgia, porque ninguno de esos amigos que me acompañaron la primera vez estaban ahí conmigo para re-vivirlo (y no tiene nada que ver con que hayamos dejado de ser amigos, porque no fue así). Esta vez fui con mis amigos de la universidad, pero V. (una amiga muy querida) se enfermó y no puedo ir a última hora, lo cuál desató una serie de eventos que les contaré a continuación.

Resulta que me avisó a las 5 de la tarde. De inmediato en FB y MSN puse el anuncio de la venta del boleto huerfanito. Mi mejor amiga dijo ¡yo voy, te lo compró! y yo me alegré muchísimo. Asunto arreglado. O eso creía yo, porque a las 7 de la noche (el concierto era a las 8:30) me anunció dignamente que algo le había surgido y que no podría asistir al magno evento. Madres.

Obvio a esa hora era imposible venderlo por internet. Partimos de la oficina y al llegar al auditorio intentamos venderlo pero nuestra nula experiencia fue impedimento para encontrar comprador. Total que a las 8:30, mientras se escuchaba la voz de tercera llamada allá al fondo, nosotros seguíamos con un boleto extra en nuestro poder. Regalémoslo, dije yo, al menos que no se desperdicie.

Entonces Sergio se paró afuera de la entrada y comenzó a gritar "sobre un boleto" por todo lo alto. Y que se nos acercan dos tipos. El primero un chavo que preguntaba a mis amigos, unos pasos más adelante si nos sobraba un boleto. El otro un tipo bigotón malencarado que comenzó a regañarnos por revender:

Señor malencarado: No jóvenes, no griten. Si van a revender háganlo por lo bajito (se abre la chamarra y muestra una placa piñatona de la policia), porque una cosa es que así lo anuncien...pero si yo los veo que lo venden...

Yo: No estamos revendiendo, una amiga no puedo venir...

Sergio: Además si lo vendemos lo daríamos al costo...

Señor: Pero así lo vendan en un peso...eso es reventa y es un delito...

Yo: Mire señor, si tanto le molesta la reventa ¿qué hace aquí? ¿por qué no va a las escaleras del metro? ahí si va a encontrar revendedores

Señor: pero es que esos no andan gritando..

Yo: Pues entonces usted y yo vemos escaleras distintas, porque yo todo el camino desde el metro hasta acá no hice sino escuchar a tipos gritando que si me faltaban boletos...

Señor: Pero es que allá están otros compañeros, además aquí está lo principal, porque está es la entrada...de verdad si quieren venderlo no griten, quédense aquí paraditos y de seguro alguien se les acerca, porque yo ya vi que andan por aquí, y si los veo venderlo ...pues es una falta, grave..

Yo: Pero si yo no quería revenderlo!! y no me salga con que aquí es lo principal porque los revendedores de verdad están allá abajo gritando junto a los policías...

El señor se alejó un poco...

Yo: Y ultimadamente, deme su nombre y cargo, identifíquese, porque no es posible que le importe más un boleto que estoy regalando que la bola de mafiosos que andan allá abajo...blablabla

Sergio me jaló...el concierto ya estaba empezando.

Al final le vendimos el boleto al chavo que se había acercado. Mientras yo peleaba, Sergio había hecho el trato.

Lo más simple habría sido decir: lo estoy regalando. Dárselo al chavo y meterme. Sin pérdidas de tiempo ni enojos. Pero es que mi fastidio frente a la justicia en este país ya tiene alcances épicos. Me molesta la incongruencia, la estupidez, la carencia de sentido en la aplicación de las normas...ya me es imposible dejar pasar esas cosas.

Y pues de ahí surgió el amor, el chavo este y uno de mis amigos se sentaron juntos, cantaron todas las canciones, agitaron el brazo derecho al mismo tiempo e intercambiaron teléfonos. Lo cuál deja en claro una vez más que la vida es siempre más creativa que nosotros.

Y sí. Quién habría pensado que diez años después estaría ahí de nuevo, con una vida muy otra de la que fue mi vida a los 15 años. Llorando de nuevo al escuchar la misma canción. Esta vez si la entiendo:




Understand the things I say, don't turn away from me
'Cause I've spent half my life out there, you wouldn't disagree
Do you see me? Do you see? Do you like me?
Do you like me standing there? Do you notice?
Do you know? Do you see me? Do you see me?
Does anyone care?

Unhappiness where's when I was young and we didn't give a damn
'Cause we were raised to see life as fun and take it if we can
My mother, my mother
She hold me, she hold me, when I was out there
My father, my father
He liked me, oh, he liked me, does anyone care?

Understand what I've become, it wasn't my design
And people everywhere think something better than I am
But I miss you, I miss, 'cause I liked it
'Cause I liked it, when I was out there, do you know this?
Do you know you did not find me? You did not find
Does anyone care?

Unhappiness where's when I was young and we didn't give a damn
'Cause we were raised to see life as fun and take it if we can
My mother, my mother
She hold me, she hold me, when I was out there
My father, my father
He liked me and he liked me, does anyone care?

Does anyone care?
Does anyone care?
Does anyone care?
Does anyone care?
Does anyone care?
Does anyone care?
Does anyone care?
Does anyone care?



La ignorancia es dicha.

Eso nos deja el silencio.

8 de septiembre de 2010

El asunto del arroz

A modo de zahir borgiano, hay cosas y asuntos que en los últimos días me han atrapado. Una suerte obsesión sin sentido alguno de la que depende mi cordura.

Lo más reciente es el arroz.

En mi ya cada vez más lejana pubertad y adolescencia, vivía yo una vida de ama de casa desesperada. Iba a la universidad, pum, salía disparada a la biblioteca, pum, sacaba copias, pum, corría a recoger a mi hermana, pum, cocinaba para mi familia, pum, sopa de fideo para mi abuelo, pum, arroz, pum, revisar tareas, pum correr a la papelería por los materiales que mi hermana necesitaba, pum, lavar los trastes, pum, ver a mi novio media hora, pum, ir al super, pum, hacer tarea hasta las 3 de la mañana, pum, despertar a las 5, pum, bañarme, pum, correr en el metro para llegar a clase de 7, pum, desayunar café y un cigarro, pum, salir de clases, pum, salir disparada a la biblioteca....

No conocía lo que era la vida social. Pero me sentía bien cuando cocinaba para mi familia, cuando comía con mi abuelo mientras veíamos Los chicos del barrio...yo alucino esa caricatura, pero mi abuelo la amaba. Me gustaba cocinarles, saber que íbamos a comer juntos y bromear sentados en la mesa. Mi abuelo sentía que no comía si no había sopita o arroz. Para mí era mucho más fácil y rápido hacer un arroz blanco que una sopa de fideos. Siempre me quedaba perfecto, mejor incluso que el de mi mamá. Me encantaba cocinar arroz y sentir el aroma que desprende cuando se fríe...ese momento mágico en que el caldillo de jitomate cae en la olla y desprende el mejor aroma del mundo...

Cuando entré a trabajar mi rutina cambió totalmente y mi mamá empezó a cocinar para mi de lunes a viernes. Nunca en fin de semana, todos demasiado cansados para cocinar elegimos restaurante en turno cada sábado y cada domingo.

Pero también eso cambió. Ahora que vivo sola me negué a que mi mamá cocinara para mi. Decidí que podía tomar eso en mis manos. Ja. Ilusa. Esa es otra de las muchas cosas que no tengo en mis manos en estos momentos.

Hace dos semanas me entraron unas ganas insoportables de comer un arroz rojo casero. No más Knorr por favor. Tres veces intenté preparar un arroz decente sin resultados positivos. Simplemente el puto arroz se niega a quedar bien (cada vez que mi papá "pincheaba" a la comida decía "pinche yo, ¿qué culpa tiene la comida?" -yo no aplicaré esa lógica).

El primer intento fue un arroz verde, con un gran sabor...pero batido.

El segundo intento fue un arroz blanco. Batido, quemado e insípido.

El tercer intento fue un arroz rojo...sólo lo comí porque me da penita tirar la comida.

Ayer lo intenté de nuevo, quedó sabroso. Pero no perfecto.

Mi obsesión con el arroz, creo yo, viene de mi reciente incapacidad de dar orden a mi vida. Mi escritorio es un desorden, mi cuarto es un desorden, mi clóset es un desorden...me entró ese síndrome de olvidarlo todo que ya no recordaba. Problemas con la memoria a corto plazo que me impiden encontrar mis llaves o el papel en el que anoté el número de reporte de aclaración que levanté ante CFE, o mi dinero, o mis aretes, o mi libro...simplemente no recuerdo el lugar de cada cosa.

Esa se ha vuelto mi pesadilla cotidiana. El tener que lidiar conmigo misma me hace darme cuenta de que, al no haber tenido nunca la libertad de decidir nada, me había acostumbrado a vivir con las reglas de otros. Hoy, que puedo darle a las cosas la forma de mis sueños, me doy cuenta de que simplemente no se por donde empezar. Me perdí. En algún momento entre el cambio de oficina, la novedosa experiencia de vivir sola y mi falta de tiempo. Perdí mi capacidad de reconocer lo que me gusta. Creo que involuntariamente, sigo esperando que alguien venga de nuevo a decirme cómo deben ser las cosas. Tengo complejo de damisela en aprietos.

Ante todo ese desorden, yo sólo quería aquello, un poco de aquello que me hizo mantenerme en paz durante tantos años, mi hogar, mi familia disfuncional, rara y peculiar. Mis minutos perdidos en el olvido, esa sensación de saber que todo está bien en el momento en que sirvo un plato de arroz y mi abuelo sonríe y hace gestos, el momento en que mi tía me pregunta en qué puede ayudarme aunque bien sabe que le voy a decir que vaya por las tortillas, el momento en que mi hermana me contaba sus preocupaciones infantiles...mi familia collage que se aderezaba de vez en vez con alguna visita inesperada.

Yo sólo quiero cocinar de nuevo un arroz perfecto. Pero todos los intentos fallidos me han hecho comprender que he desaprendido a cocinarlo. Mi abuelita no estaría orgullosa, ella fue quien me enseñó a prepararlo. Ya no está mi abuelita, casi diez años han pasado, ya nunca me compartirá de ese delicioso café negro que sólo a ella le quedaba tan bueno. Ya no está mi abuelo tampoco, nunca más me contará sus bromas sobre Chanclotas Van Damme, ni me pondrá apodos. Mi hermanita estudia la prepa. Mi tía trabaja en la tarde.

Insisto, en algún momento perdí aquello que tanto disfrutaba. Hoy me siento perdida. Y el arroz sigue sin quedar. En el fondo, creo que es sólo una señal de mi subconsciente. Necesito de vuelta un hogar.