8 de septiembre de 2010

El asunto del arroz

A modo de zahir borgiano, hay cosas y asuntos que en los últimos días me han atrapado. Una suerte obsesión sin sentido alguno de la que depende mi cordura.

Lo más reciente es el arroz.

En mi ya cada vez más lejana pubertad y adolescencia, vivía yo una vida de ama de casa desesperada. Iba a la universidad, pum, salía disparada a la biblioteca, pum, sacaba copias, pum, corría a recoger a mi hermana, pum, cocinaba para mi familia, pum, sopa de fideo para mi abuelo, pum, arroz, pum, revisar tareas, pum correr a la papelería por los materiales que mi hermana necesitaba, pum, lavar los trastes, pum, ver a mi novio media hora, pum, ir al super, pum, hacer tarea hasta las 3 de la mañana, pum, despertar a las 5, pum, bañarme, pum, correr en el metro para llegar a clase de 7, pum, desayunar café y un cigarro, pum, salir de clases, pum, salir disparada a la biblioteca....

No conocía lo que era la vida social. Pero me sentía bien cuando cocinaba para mi familia, cuando comía con mi abuelo mientras veíamos Los chicos del barrio...yo alucino esa caricatura, pero mi abuelo la amaba. Me gustaba cocinarles, saber que íbamos a comer juntos y bromear sentados en la mesa. Mi abuelo sentía que no comía si no había sopita o arroz. Para mí era mucho más fácil y rápido hacer un arroz blanco que una sopa de fideos. Siempre me quedaba perfecto, mejor incluso que el de mi mamá. Me encantaba cocinar arroz y sentir el aroma que desprende cuando se fríe...ese momento mágico en que el caldillo de jitomate cae en la olla y desprende el mejor aroma del mundo...

Cuando entré a trabajar mi rutina cambió totalmente y mi mamá empezó a cocinar para mi de lunes a viernes. Nunca en fin de semana, todos demasiado cansados para cocinar elegimos restaurante en turno cada sábado y cada domingo.

Pero también eso cambió. Ahora que vivo sola me negué a que mi mamá cocinara para mi. Decidí que podía tomar eso en mis manos. Ja. Ilusa. Esa es otra de las muchas cosas que no tengo en mis manos en estos momentos.

Hace dos semanas me entraron unas ganas insoportables de comer un arroz rojo casero. No más Knorr por favor. Tres veces intenté preparar un arroz decente sin resultados positivos. Simplemente el puto arroz se niega a quedar bien (cada vez que mi papá "pincheaba" a la comida decía "pinche yo, ¿qué culpa tiene la comida?" -yo no aplicaré esa lógica).

El primer intento fue un arroz verde, con un gran sabor...pero batido.

El segundo intento fue un arroz blanco. Batido, quemado e insípido.

El tercer intento fue un arroz rojo...sólo lo comí porque me da penita tirar la comida.

Ayer lo intenté de nuevo, quedó sabroso. Pero no perfecto.

Mi obsesión con el arroz, creo yo, viene de mi reciente incapacidad de dar orden a mi vida. Mi escritorio es un desorden, mi cuarto es un desorden, mi clóset es un desorden...me entró ese síndrome de olvidarlo todo que ya no recordaba. Problemas con la memoria a corto plazo que me impiden encontrar mis llaves o el papel en el que anoté el número de reporte de aclaración que levanté ante CFE, o mi dinero, o mis aretes, o mi libro...simplemente no recuerdo el lugar de cada cosa.

Esa se ha vuelto mi pesadilla cotidiana. El tener que lidiar conmigo misma me hace darme cuenta de que, al no haber tenido nunca la libertad de decidir nada, me había acostumbrado a vivir con las reglas de otros. Hoy, que puedo darle a las cosas la forma de mis sueños, me doy cuenta de que simplemente no se por donde empezar. Me perdí. En algún momento entre el cambio de oficina, la novedosa experiencia de vivir sola y mi falta de tiempo. Perdí mi capacidad de reconocer lo que me gusta. Creo que involuntariamente, sigo esperando que alguien venga de nuevo a decirme cómo deben ser las cosas. Tengo complejo de damisela en aprietos.

Ante todo ese desorden, yo sólo quería aquello, un poco de aquello que me hizo mantenerme en paz durante tantos años, mi hogar, mi familia disfuncional, rara y peculiar. Mis minutos perdidos en el olvido, esa sensación de saber que todo está bien en el momento en que sirvo un plato de arroz y mi abuelo sonríe y hace gestos, el momento en que mi tía me pregunta en qué puede ayudarme aunque bien sabe que le voy a decir que vaya por las tortillas, el momento en que mi hermana me contaba sus preocupaciones infantiles...mi familia collage que se aderezaba de vez en vez con alguna visita inesperada.

Yo sólo quiero cocinar de nuevo un arroz perfecto. Pero todos los intentos fallidos me han hecho comprender que he desaprendido a cocinarlo. Mi abuelita no estaría orgullosa, ella fue quien me enseñó a prepararlo. Ya no está mi abuelita, casi diez años han pasado, ya nunca me compartirá de ese delicioso café negro que sólo a ella le quedaba tan bueno. Ya no está mi abuelo tampoco, nunca más me contará sus bromas sobre Chanclotas Van Damme, ni me pondrá apodos. Mi hermanita estudia la prepa. Mi tía trabaja en la tarde.

Insisto, en algún momento perdí aquello que tanto disfrutaba. Hoy me siento perdida. Y el arroz sigue sin quedar. En el fondo, creo que es sólo una señal de mi subconsciente. Necesito de vuelta un hogar.

3 comentarios:

  1. Yo he pasado tantos días pensando en como será mi vida cuando viva sola...

    "Haré esto..

    "Haré lo otro...

    "Llegaré tarde...

    "Es más, no llegaré...

    "Pintaré las paredes de tal...

    "Es más, no tendré paredes: será un loft, con cuadros de Escher en todas partes...

    Pero luego mis papás llaman cuando voy molida a casa y me disparan un capuccino con cajeta (Ay, sufriré un día un coma diabético) en conocido sitio de cafés.

    Y allí se va mi voluntad (de por si no muy fuerte) de independizarme.

    ¿Toda nuestra generación sufre el sindrome de Peter Pan?

    D.

    ResponderBorrar
  2. Yo creo la cosa va en tener paciencia y dedicarle el tiempo.

    A mi me encanta hacer arroz por lo mismo, es rapido y sencillo, mas facil que cualquier sopa y en en estos días de poco tiempo, con verduras congeladas queda bueno jeje.

    Te recomiendo la marca Mexica, la venden en WalMart es de las mas baratas y casi nunca se pega ni bate...

    ResponderBorrar
  3. Darina:
    Ya te he visto por otro blog.

    Un día, con tiempo y si me invitas a uno de esos cafés al que te invitan tus padres te explicaré sencillamente y tal como hago siempre, sin intelectualizar ni abundar en palabras y lugares comunes, por qué nuestra generación está desastrada.

    Ni que hablar que "se me pasó el arroz" es un bello símbolo de nuestra torpeza para reivindicar lo que nos corresponde, sin perder tiempo en hacer listas cibernéticas.


    Ha sido un gusto leer esta entrada ni apocalíptica ni integrada ( es un buen comienzo para un final de siglo)

    ResponderBorrar

Lo que quedó: