3 de abril de 2012

El sabor de los mangos verdes...

...cubiertos con chile y limón mientras se camina por el centro de San Cristobal de las Casas, un pueblo de tejas rojas y calles que te invitan a caminarlas todos los días. Debería quedarme, se me escapa en voz alta mientras compro una botella de posh de jamaica. Como todos, me responde el dueño, chilango de cepa adaptado ahora al ritmo acompasado de un nuevo hogar.
Admiro los rostros, los ropajes, las flores bordadas, el aroma del café, los grafittis -pocos pero orgullosos-, las frutas, siempre las frutas. Colores vistosos que ya no recordaba mi retina, acostumbrada a la monocromía del gris citadino. Siento en mis pulmones el aire, fresco, un poco frío, de la montaña. Siento entre mis dedos otros dedos, los de mi esposo, que sonríe al mirarme sonreir. "Me encanta salir de viaje contigo", me dice, "pareciera que andas en drogas".
Y así me siento. La droga de pisar la tierra, de mirar de nuevo, de sentir que cada viaje mueve algo en mis entrañas. Éste en partícular.Lo sentí desde que me subí al avión. Hay algo en mí que cambió en esta semana, algo indescriptible, una sutil y ligera voz que me llamaba. Quizá la voz de la vida chiapaneca que mi mamá rechazó tantos años antes. Quizá era mi corazón hablándome, pidiéndome que recogiera los pasos de ese amor un poco frustrado que fue el de mis padres, recorrer sus caminos, y mirarme después en las fotos sonriendo. Sí, esa sonrisa que sólo se consigue en Chiapas. Supongo que así se siente vivir en el momento.

Como el sabor de los mangos verdes.

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