7 de mayo de 2010

This little town blues...

Me fui a New York...y regrese cuerda.

Cosa difícil considerando que me fui completamente sola. Casi una semana sin entablar una conversación cuya duración superara los 15 minutos. Pero no me deprimí. Eso ya es un gran avance para mí, después de eso dormir sola no será un problema...

Es que ustedes no lo saben, pero padezco de terror nocturno. No puedo dormir sin la tv prendida. Los ruidos normales de la ciudad, de la casa, incluso de la playa cuando viajo, me provocan sudoraciones y ataques de ansiedad...paredes que crujen, sirenas a lo lejos, voces apagadas por los muros de concreto, trastes que se acomodan de ultimo momento: los efectos de la gravedad y el tiempo. Soy muy sensible a eso. Prefiero las voces acompasadas y artificiales de la TV...

Pero ese es tema para otro post...si algún día me acuerdo.

Yo iba a hablar de mi viaje a NY.

Fui muy feliz, corrí en Central Park, desayuné bagels y café, comí cupcakes hasta casi llegar al coma diabético, visité 30 Rock, caminé como loca, fui a la zona cero, me visité todos los museos de mi lista. !Y hasta vi Wicked en Broadway!

Hubo dos momentos en que casi lloro: el primero de ellos en el Jardín Botánico de Brooklyn, frente al jardin japonés lleno de cerezos en flor. Siempre he querido tener un cerezo...aunque para eso quizá primero deba conseguirme una casa con jardín. Extrañé mucho a Sergio en ese momento. Fue entonces cuando me di cuenta de que lo necesito cuando me siento triste, pero lo necesito mucho más cuando me siento feliz. Hay que aceptarlo, para mí, la felicidad sin tener alguien al lado con quien compartirle pierde bastante de su brillo. Y esa compañía no puede ser cualquiera.

El otro momento en que casi lloro fue en el MoMa. Después de visitar la BRILLANTE, INSPIRADORA y DIVERTIDA exposición de Tim Burton comencé a recorrer el museo, a partir del 5to piso y hacia abajo como debe de ser. Y ahí estaba: La noche estrellada de Van Gogh. Mi segunda pintura favorita en todo el mundo, sólo después de El Grito de Munch, que no he tenido oportunidad de ver en vivo y a todo color.

La miré por largo rato, tratando de aprehender sus colores, texturas, volúmenes e imperfecciones. Una gran pintura. Hubiera querido que Sergio estuviera ahí, a él también le encanta.

Después miré hacia el otro lado del salón: Las señoritas de Avignon. Más adelante, La persistencia de la memoria...

Me sentí abrumada. Cuando era niña y no tenía amigos y no me dejaban salir ni a la esquina y no era lo suficientemente genial como para tener amigos imaginarios, leía y releía las enciclopedias y libros de mi casa.Hubo una época en que quise ser historiadora de arte. Siempre creí que ver esos cuadros en vivo era un sueño imposible. Pero en un periodo no mayor a doce meses, he visto pasar ante mis ojos aquello que alguna vez sólo creí posible ver , cuando mucho, en la pantalla de mi computadora: Van Gogh, Matisse, Dalí, Miró, incluso Lichtenstein (no le digan a nadie, pero soy su fan), de verda aún no me la creo.

Por primera vez en lo que va de mi nueva vida, me sentí conectada conmigo y con lo que he logrado. por primera vez en mucho tiempo caí en la cuenta de que en realidad toda mi vida tiene sentido porque YO se lo he dado. De una u otra forma estoy caminando hacia el lugar a donde quiero llegar, aunque nunca creí que estuviera caminando con un rumbo.

Sé que falta mucho más. Definitivamente quiero volver con Sergio a NY el próximo año. Quiero ir a Italia, aunque quizá no será tan pronto. Y quiero aprender a explotar el que ha aparecido como un talento al que no le he dado mucha atención. Ya después les contaré.

En mi lista de museos ya sólo me falta el Hermitage en Rusia y el de Historia Natural y el Tate en Londres. ¿Ya son menos no?

PD - Esta vez si sabré como usar el metro y prometo perderme menos de 3 veces...

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