13 de mayo de 2010

Camino

El martes vi la película española Camino de Javier Fesser. Me pareció una gran película.

Yo no soy nadie para decir si refleja o no la realidad del Opus Dei, y la verdad es que a mí es lo que menos me importa. Cada quién cree como puede o como quiere...y en lo que quiere o en lo que puede.

En otras ocasiones ya he hablado yo sobre mi relación con dios. No es el tema de este post.

El tema es siempre la fe.

Enfrentar la finitud de la vida no es algo que hagamos todos los días, la muerte nos aparece casi siempre como algo ocasional. Un magno evento. La muerte de un ser querido, la enfermedad de un ser querido, nos lleva a cuestionar el sentido de las cosas, la manera en que hemos vivido hasta ese momento. Rara vez hay respuestas para el aluvión de preguntas que la muerte cercana nos trae.

Cuando falleció mi abuela, hace ya casi once años, yo creí que mi mundo se derrumbaría. Y se derrumbó. Nada fue igual después de su partida. Yo cambié, mi familia cambió. Para mi el mundo es otro sin ella. Y fue otro cuando estuve junto a ella en su enfermedad, una enfermedad que fue corta, aunque a mi se me antojaba eterna. Seis meses fue lo que se tardó el cáncer en convertir a la mujer más alegre y escandalosa que yo he conocido en un cadáver enjuto que ya no reflejaba el brillo que ella representaba para nosotros.

Que difícil es creer en dios, la vida eterna y la felicidad en esos momentos.

Admiro a quienes tienen ese refugio. Sí, la fe debería ser un refugio, no un castigo.

En la mentada película (sí, sí, siempre doy mil vueltas) Camino tiene que enfrentar, a sus 13 años una enfermedad penosa y dolorosa que la deja postrada en una cama sin poder ver ni moverse. Su familia, perteneciente al Opus Dei, le pide ofrecer su sufrimiento y más allá de aceptar con entereza su destino, le piden agradecer su enfermedad como una prueba de la presencia de Jesús en sus vidas.

Y ella enfrenta esa enfermedad con entereza. Porque ella cree en Jesús.

Jesús es el niño al que le ha entregado su corazón.

Cada película, cuando es buena,  deja siempre al menos una frase resonando en mi cabeza. Esta vez fue la siguiente: "Hay que pedir por aquellos que no tienen fe en el amor"

Yo no creo en muchas cosas. Mi credo se ha refinado a lo largo de los años y me ha dejado pocas cosas a las cuales aferrarme. El amor es la más importante.

Dejémonos de bobadas, no hablo del amor romántico, de pareja. Hablo del amor de un padre a su hija, de la hermana pequeña a la hermana mayor, de un amigo por otro, de un artista a su trabajo...hay tantas formas de amor.

El amor, es al final lo que nos da una mano para sostener al final del camino. Lo que nos hace sonreir cuando creemos que ya todo está perdido. Una de las pocas vías a la felicidad.

Camino me recordó todo eso. Por eso, para mí, es una gran película. Y me encanta que sea ficción.

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