17 de julio de 2009

Un día, cualquier día...

No hay mucho que decir. un día, cualquier día, te das cuenta de que vas por la vida coleccionando momentos y de que esos momentos al final forman una película, colorida o no, en blanco y negro o en sepia. Todo depende de la técnica y habilidades del director.

Corremos a 24 cuadros por segundo, con momentos vacios que no significan nada y otros llenos de significado. Hay cuadros que se quedan grabados por siempre en la memoria de los que nos conocen y momentos que quedan enterrados sin posibilidad de recuperación. A saber lo que ha de recordar la gente.

Yo recuerdo, por ejemplo, la sonrisa de mi abuelo, entrecerrando los ojos es una mueca teatral: un JIJIJI absolutamente delicioso. ¿Cómo está?, le preguntaba Sergio; Pues sentado, ¿qué no ves?, respondía mi abuelo. Y se reía. Se reía a pesar de que ya no podía caminar y se reía a pesar de que uno de mis tíos nunca iba a visitarlo y a pesar de sus múltiples entradas y salidas del hospital.

Así es como lo recuerdo, y así es como lo voy a recordar siempre. Riéndose.

Este post no tiene absolutamente ninguna razón de ser. El aniversario luctuoso de mi abuelo fue el mes pasado, no estoy particularmente triste ni melancólica. Es simplemente una celebración de uno de esos momentos que he decidido incoporar a la película de mi vida.

Quizá por eso me gusta tanto el stop motion:







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Lo que quedó: