28 de julio de 2009

Instrucciones para sobrevivir a la monotonía.

El mundo, según yo, debe estar compuesto de miles de tonalidades distintas. Emociones particulares que trasciendan y conformen recuerdos, versiones antiguas y memorables de nosotros mismos. Cuando la vida transcurre siempre en el mismo tono comienza a crecer en mí una desesperación terrible que acaba de salir en una onda explosivo-expansiva que ataca a quein se encuentre cerca de mí.

(Me gustaría decir que soy una buena persona, pero no lo soy).

Siendo así las cosas, cuando todo comienza a ponerse aburrido, cuando tengo una junta que acaba por ponerme los pelos de punta, y después de pasar un coraje entripado, no sé bien que hacer para salir del filtro gris de la grinch cam. Pero, he descubierto, el mundo siempre sabe como sacarme de ahí y llevar mi vista hacia esos pequeños defectos de la matrix que vuelven a llenar mi vida de color.

El viernes, por ejemplo, acudí a uno de esos momentos. Después de una reunión particularmente estresante, mi dear boyfriend decidió hacer algo lindo e invitarme a comer mi comida favorita: pizza (en un lugar que, por cierto recomiendo ampliamente: Tropo Buonna, sobre Felix cuevas, mini local sin pretensiones pero con el mejor sabor). Mientras comiamos pizza, en el mini local atendido por pubertos que disfrutaban sus vacaciones, llegó un niño a vender chicles.

Los pubertos vacacionistas en cuestión le hicieron la plática y todo acabó en una tertulia de idiomas, uno de ellos le ofreció enseñarle rumano. Pero el niño no sabía donde estaba Rumania, ni siquiera donde estaba Europa, vamos. Pero algo si sabía, sus abuelitos vivían en Chila.

- ¿Chila? - preguntó el puberto rubio.
- Si, en Chila
- ¿No será en Chile? Por que Chile es el nombre del país, no Chila.
- No, mis abuelitos viven en Chila. No en Chile.
- ¿Y dónde está Chila? ¿En Europa? - inquirió el rubio puberto.
- No sé, sólo sé que mis abuelitos viven en Chila.

Dando por terminada la conversación el puberto del pelo negro rizado, que se había amntenido al márgen, sacó una diana con dardos imantados, la colgó sobre un árbol y se puso a jugar con el niño. Después le ofreció enseñarle inglés y ahí, sobre el mostrador de la pizzeria, el niño de los chicles comenzó las lecciones, no sin antes corroborar que los pubertos en cuestión compraran toda su mercancia. Un total de setenta pesos. Hi, Thankyou, Please. La cortesía siempre es lo primero que se enseña.

No sonaba un sólo claxon. Sí, sucedió en la Ciudad de México.

Son cosas como esa las que me hacen sonreir. Aún en los peores días. Bien decía Rilke:Deje que la vida le acontezca. La vida tiene razón, siempre y en todos los casos.

1 comentario:

  1. Me hiciste buscar, pero ahora al menos ya sé algo nuevo...

    Chila de las Flores está en Puebla.

    Un saludo, mujer.

    D.

    ResponderBorrar

Lo que quedó: