5 de marzo de 2010

Las Malas Palabras I: Compromiso

La palabra compromiso siempre ha formado parte de mi vocabulario fundacional. Me define. Al menos en parte. Y siempre he creído en su valor positivo, casi casi medicinal. El compromiso nos cura de al indolencia, de la indiferencia y del abandono.

Pamplinas.

Compromiso es una mala palabra. Acaba de ingresar en esa nueva categoría de mi vocabulario. Las malas palabras, al menos hasta dónde alcanzo a comprender, son aquellas que hieren y que provocan dolor. Así pues, no queda de otra que aplicarle la etiqueta y esperar que en algún momento la pobre palabra se reivindique.

¿Qué culpa tiene? tan bonita ella, tan rimbombante ella, tan rítmica ella...

No, si la culpa no la tiene la pobre palabra, que en sí no encierra nada de maldad. La culpa la he tenido yo por abusar de ella, por mancillarla tanto en los últimos tres meses que he terminado por vaciarla de sentido. Lo cuál, por otro lado, resulta hasta cierto punto reconfortante. Su ausencia no me dolerá tanto. Creo yo.

Hasta ahora no he explicado de dónde carajos me viene esta letanía incontrolable de sinsentidos. El asunto viene de la exigencia cuasi tiránica que he lanzado a mi novio : "quiero saber si entre nosotros hay un compromiso". De verdad quiero saberlo. Lo necesito desesperadamente.

Hace casi 7 años, cuando nuestra relación inició para mí no significaba casi nada. Una compañía agradable, un compañero de aventuras, alguien con quién ir al cine, intercambiar libros y platicar hasta altas horas de al madrugada...estaba enamorada, por supuesto, con todo lo que ello implicaba: mariposas en el estómago, manos sudando, el corazón golpeando fuertemente con sólo imaginar su voz....

Pero las cosas fueron cambiando. El enamoramiento se convirtió en amor y a las señales inequívocas de aquel  enamoramiento las sucedió la necesidad de su presencia en mi vida, la esperanza de un futuro juntos, el deseo inaplazable de convertirlo en parte de mi vida, de mi familia, forever and ever...

Y es ahí en dónde torció la cola el marrano...

compromiso, compromiso, compromiso, compromiso, compromiso!!!


Quisiera saber a qué me refiero cada vez que blando esa palabra como mi espada acusadora. Realmente no lo sé. Pero quiero saber que estamos apostando lo mismo, quiero saber que puedo esperar algo a cambio. No creo en la incondicionalidad del amor. Para mí el amor es tanto racional como emocional. Mientras el enamoramiento es fulminante e inesperado, el amor es aquello que decides construir a partir de la incertidumbre del deseo...

Pero no lo tengo claro. No sé que estoy exigiendo. Quizá sólo espero una mentira piadosa. Que me digan que el amor eterno si existe. Que él me diga que cree en él. Aunque no sea cierto. Quiero una promesa. Aunque no se cumpla. Quiero creer.

Quizá compromiso sea igual a ingenuidad.

Y la ingenuidad es también una mala palabra.

1 comentario:

  1. Mi asesora de tesis, la profesora de Semiótica Gloria Hernández, siempre nos daba en su clase una reflexión de un filólogo que no puedo citar de memoria, pero dice algo así:

    "No culpes a las palabras, pues somos nosotros, los seres humanos, quienes las dotamos de poder.

    Pero ellas, inocentes como son, de noche, destejen las mentiras que tejemos sobre ellas, igual que Ariadna, que de día tejía su tela y en la noche destejía, para tornar hacia lo verdadero".


    Ahora bien... es más dificil de lo que parece. Para mi algunas palabras (incluso una que usas ahora en tu texto "indolencia") tienen un peso particular en mi vida.

    Por otro lado, la palabra "compromiso" me da muchisimo miedo. Supongo que todo depende de la red que hemos tejido en nuestra propia historia.

    D.

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