29 de octubre de 2009

Señales de humo

Hace 3 semanas me sumí en una profunda depresión de la que nunca entendí muy bien la raíz. Tenía mucho, mucho,mucho que no me deprimía. No voy a mentir, hasta hace no tanto tiempo, la depresión era mi estado natural...sin embargo,desde hace uno o dos años me he convertido básicamente en una persona dichosa. Con altos y bajos pero dichosa al fin y al cabo.

Entonces. En medio de esa novedosa forma de depresión sin sentido alguno, se me ocurrió mandarle un mail a mi amigo Jon hasta el otro lado del mundo. Australia para ser precisos. Y el respondió. Y no sólo eso. El me llamó.

Y esa simple llamada me hizo la persona más feliz sobre el planeta tierra. El simple hecho de contestar el teléfono y escuchar su voz me hizo recordar lo importante importantísimo que es contar con amigos en la vida.

No he sido una buena amiga ultimamente. Pero ese es tema para otro post.

Mi punto era que su llamada llegó en el momento preciso.

Y es que hay muchas clases de amigos, hay amigos con los que es divertido empedarse y decir pendejadas...y hacer pendejadas. Hay amigos, también, con los que vale la pena tomarse un café, o irse de compras. Hay amigos con los que uno sólo puede comunicarse via messenger y aunque no los veas en años, vas y les cuentas tu vida electrónicamente. Y hay amigos, los mejores, con los que todo puede ser hecho. Amigos que te han visto triste y feliz y haciendo el ridículo, y cagándola, y que te regañan, te animan , te escuchan, te cuentan.

Jon es uno de esos amigos. Y me alegra haberlo visto gracias a la bendita tecnología (Jebuz bendiga a Skype). Y saber que está bien, y saber que aún podemos reírnos juntos y que aún me puede regañar por mis dramas innecesarios y que aún podemos compartir secretos.

Y entonces...

reaparece una amiga a la que creía perdida irremediablemente. Una amiga con la que había soñado, a la que extrañaba, a la que deseaba ver, a la que deseaba saber viva.

Y entonces, llegaron a mi sentimientos encontrados: por una parte una GRAN GRAN GRAN alegría, porque ahora se que está bien, que tiene la familia que siempre deseó. Por otro lado, me sentí como cuando un hijo se le esconde a su mamá en el super. Cuando la mamá eventualmente lo encuentra se siente feliz pero después de 5 minutos se enoja "pinche chamaco, ¿qué no ves que me tienes con el Jesús en la boca?".

Pues así, me alegra haberla encontrado.

Pero me duele saber que no estuvo aquí todos estos años.

Y me duele más que ninguna de las dos es lo que espereba. Yo esclavizada en un trabajo de oficina. ella con dos niños y un marido. Nunca vivimos juntas, como era nuestro plan. Nunca viajamos juntas como soñamos tantas veces.

Pero volvió.

Y eso es lo que importa.

Aquí  un poquito de lo que sentí en su ausencia. Y aquí lo que me trajo su regreso.

2 comentarios:

  1. no habia visto tu comentario hasta ahora! sigo tu blog :)

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  2. Anónimo3:20 a.m.

    Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

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