9 de mayo de 2012

Hacer lo correcto

Eso es lo que me enseñaron desde niña. Para avanzar, hay que hacer lo correcto.

Lo cierto es que los años han pasado y me doy cuenta que lo correcto como categoría es como un  muñeco de agua que se escapa de mis manos. Lo correcto. ¿Para quién? ¿cuándo? ¿para qué?

Hay días en que quisiera ceder. Ceder a la necesidad de caos que ha pulsado en mi, siempre, desde el inicio de los tiempos. De mis tiempos. Dejar fluir todo, dejar correr todo. Decir adiós a todo. Aceptar, en verdad, desde la entraña, que la gente se va, el tiempo pasa, todo se acaba.

Abrazar los adioses. No intentar detener nada. Si miro en el fondo de mis ojos encuentro aún esa furia, esa pasión que un día era yo. Que fui yo. Un día. Hoy soy una persona templada, en todas las acepciones de la palabra, pero sé que soy una equilibrista, luchando siempre contra esos extremos que han estado siempre y que se han alimentado el uno del otro. Día tras día tras día...

Hoy no sé. No sé que es lo correcto y la verdad no me interesa saberlo. Me he aferrado a la necesidad de una respuesta sin entender las preguntas primero.

No sé nada. O más bien, estoy segura de que todo lo que sé, está equivocado.

Quizá sí, la vida sea un ensayo para la nada.

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