11 de mayo de 2012

Día de madres

Odio los días en que tengo que fingir. Sonreir aunque por dentro esté quebrada. Iluminar el rostro para no preocupar a la persona amada. ¿Cómo fallarle a mi mamá? ¿Cómo decirle que las fuerzas no alcanzan para sostenerme? ¿Cómo le explico que por más que intento aún no logro sacudirme el terrible dolor del rompimiento familiar?

Estoy rota. Estoy rota porque creía que el divorcio de mis padres no iba a ser capaz de romper los lazos de amor que me unían con la familia de mi papá. Con mi familia, pues. Y no fue así. Una gran brecha se abrió y se hizo grande y profunda y llena de veneno. Y hoy no puedo verlos, no puedo porque me duelen. Me duelen las falsedades, las críticas infundadas a mi mamá, me duele su indiferencia y su frialdad. Indiferencia que hizo que no fueran a mi boda y que practicamente tiró por la ventana la felicidad que quería compartir con ellos ese día.

Hoy me duele más. El 10 de mayo lo pasabamos siempre con mi abuela, en medio de risas, tragos y baile. Hoy no pude ni llamarla. Para decirle qué. Para mi, es como si se hubieran mudado a otra galaxia desde la cuál mandan mensajes cifrados a través de facebook.

Perdonarles qué. No hay perdón. No hay olvido. Simplemente no es posible reparar un globo que se ha tronado, ¿cómo meterle aire de nuevo?

Me duele la familia que perdí. Y me duele también que la familia que gané esté sufriendo ahora. No entiendo, no entiendo porqué la gente buena debe sufrir. Nunca lo entenderé.

Me duele también que mi otra abuela no esté, que en días como hoy sus ojos no puedan mirarme. Adivinar a través de mi sonrisa que algo no está bien y repararlo con un beso y un café.

Ojalá todo se resolviera con música, un beso y un café. ¿Qué podrá detener esta tristeza?

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