9 de febrero de 2010

Violines en el cielo

He enfrentado a la muerte en varias ocasiones a lo largo de mi vida. La muerte de mis seres queridos, a unos pasos de mí, a un suspiro de distancia. Mis dos abuelos y una de mis abuelas.No es fácil decir adiós.No esfácil mirar a la muerte, o más bien, a la ausencia de la vida, de esa vida que una vez nos fue compartida y que se aleja dejándonos sólo recuerdos, la sensación de que todo ha sido una ilusión...

Por eso, cuando vi Violines en el cielo lloré desconsoladamente. Pero también reí mucho. Porque una vida, incluso una que sea acaba, está llena de momentos gozosos. Y es quizá eso lo que hace más doloroso decir adiós.

Daigo es un hombre que se enfrenta a un cambio en su vida que lo deja a la deriva, después de trabajar en una orquesta tocando el chelo, se ve en la calle, sin trabajo. Eso lo lleva al pueblo donde vivió su infancia, a la casa que su madre le heredó. Viaja hasta allí con su esposa y en su búsqueda de un nuevo empleo encuentra una ocupación muy poco común: preparar cadáveres (limpiarlos, vestirlos, maquillarlos).

Esta ocupación le hace enfrentarse a los prejuicios de una sociedad que la ve como algo indigno, sucio, algo que nadie más querría hacer. Para él sin embargo, es un llamado del destino que le llevara a reconciliarse con su pasado.

La muerte es siempre una oportunidad de reconciliación.

La música que pareciera ser ,tanto por el cartel como por el inicio de la película, el eje rector de toda la historia, se declara fiel acompañante, una muestra más de que las cosas hermosas de la vida no tienen sentido, son tan accesorias como fundamentales.

En fin. Por favor véanla. Recuerden a quienes han partido, reconciliense con su pasado. Y aprendan a decir adiós.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Lo que quedó: