8 de agosto de 2011

Vaiven

Por distintas circunstancias, esta semana me detuve un momento a pensar en aquellas personas que fueron sumamente importantes en determinadas etapas de mi vida y que hoy ya no están.
He pasado por muchas despedidas a lo largo de 27 años de vida, unas más dolorosas,más difyuíciles o más  necesarias. Gente que muere,gente que viaja, gente que se transforma...
(Debo decir que en varias ocasiones he sido yo quien se ha ido al darme cuenta de que había cambiado lo suficiente para no poder estar más junto a aquella persona que había pasado de ser mi mejor amiga a ser  un ente extraño e indescifrable. Partir como opción y decisión).
Lo que me salva de la tristeza de ese recuento de pérdidas es la memoria misma. El recuerdo de los momentos felices que se acumulan y salen de repente haciéndome estallar en risas ingenuas y llenas de añoranza. Creo que nací para extrañar.
Aún así me alegro de tener la capacidad de recordar, de atesorar memorias que me salvan de mis momentos de desesperanza, de haber contado con todas esas personas en mi vida, de contar  con sus enseñanzas...
Me alegro con el vaiven de la vida que pone en mi camino gente maravillosa y extraña, desafortunadamente transitoria igual que yo misma. Transitoria y definitiva. Así las cosas.

***

Mi mayor miedo hoy no es morir, sino perder la memoria. Culpen a Campanella y su película El hijo de la novia.

Las sincronías me hacen llorar.

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