5 de octubre de 2010

Cenicienta sin zapatos

No soy una persona fácil. A veces ni yo misma me aguanto. O me entiendo. O me quiero.
Hay días en que me dan ganas de tirar la toalla, alzar la mirada al cielo, y en pleno arranque de protagonista de drama novelado, hablar con el universo y gritar: ¡ya está, me doy, no lo entiendo!
Sí. Es eso. No lo entiendo.
No entiendo este mundo. no entiendo a que vine a este mundo. No entiendo que se supone que haga de aquí a que me vaya de este mundo. Asumamos que, como dicen algunos, uno viene a buscar y construir su felicidad. Entonces yo me pregunto qué carajos me hace feliz.Hay muchas cosas que me gustan, pero eso no necesariamente es la felicidad (es como cuando uno lee en la Cosmopolitan que si uno se pregunta si ha tenido un orgasmo es porque nunca ha tenido uno...ellos tienen un punto. Cosmo siempre tiene un punto).
A mi me gusta(sin ningún orden aparente):
el aroma del café,
los pajarillos que cantan por las mañanas,
el pan recién horneado,
cocinar,
las películas - verlas y tenerlas-,
los libros -verlos y tenerlos-,
quedarme desnuda en mi cama hasta que haya pasado el mediodía,
viajar,
leer revistas de viaje,
las cremas que huelen rico,
sentir la suavidad de mi piel,
sentir la suavidad de otra piel,
las caricias en las manos,
los abrazos,
los besos leeeeeeentos,
escribir cualquier tontería que pasa por mi cabeza,
la pintura y la fotografía,
el teatro,
navegar por internet,
reirme tanto que me duela el estómago,
dormir en el sillón de mi tía y saber que va a haber alguien que me sonría cuando despierte,
el té blanco,
hacer el amor -obvio-,
imaginar historias,
imaginar mi historia si esto o aquello,
soñar despierta,
detenerme a la mitad de un libro con esa sensación indescriptible inundándome el pecho,
sentir musiquita en mi corazón,
desvelarme,
platicar,
cantar,
el chocolate (amo el chocolate),
sentir que tengo 18 años de nuevo,
que me digan que me veo bien,
molestar a mi hermana,
imaginar la remodelación de mi casa,
hacer planes,
caminar,
pasar una mañana entera caminando sin rumbo fijo,
comer cosas nuevas,
aprender cosas nuevas,
ir a nuevos lugares...

Nada de eso, sin embargo, acaba por definirme. Y ni releyendo  lo anterior diez veces acabo de identificar mi vocación. Quizá como dice Darina  lo mio es probar que se puede sobrevivir al síndrome de Peter Pan.

A veces me siento como cenicienta. Haciendo todos los días lo que uno debe hacer todos los días. Platicando con ratones imaginarios (bueno, pajaritos azules imaginarios) soñando con...esperando.

El problema es que mi hada madrina se me fue hace ya diez años. Y no tengo ninguna zapatilla de cristal. No creo en príncipes azules ni salvaciones instantáneas. No creo en el happily ever after. A mi me gusta andar descalza por la vida...y a fuerza de repetirlo, he llegado a sentirme cómoda haciendo mi propio vestido, a mí ninguna hermanastra malvada va a venirme a decir que no me lo merezco...faltaba más.

Otra forma de decirlo es que a falta de respuesta, he perdido la capacidad de pedir ayuda. Así que, volviendo a la imagen del principio, no levantaré los ojos al cielo para pedir iluminación divina. Siempre son reclamos.

No hay zapato de cristal en esta historia.

3 comentarios:

  1. Señorita Cenicienta:

    Ruego tenga la amabilidad de escuchar la siguiente canción, que va dedicada a usted, con todo el aprecio que le tengo

    http://www.youtube.com/watch?v=Jl1x_3pogJI

    Un saludo

    D.

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  2. Sabes mi niña, que éste post ha sido un clamor al cielo?

    Sí. Pero debido a que los tiempos cambian, te has modernizado y lo hs expresado a modo de código binario.

    Tu hada madrina está en tus ojos cuando te miras al espejo y te abraza cuando tienes ganas de llorar. Llora. Después seca las lágrimas y mírate de nuevo. Eres preciosa.

    Tus zapatillas son las palabras que compartes y no son de cristal. Es un material mucho más sólido y valioso. Se llama amor.

    Un beso linda.

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Lo que quedó: