1 de marzo de 2012

Nuestros muertos

Yo los llamo nuestros muertos porque, aún en la ausencia, sus recuerdos nos siguen perteneciendo, porque no dejan de ser nuestras las anécdotas que contamos una y otra vez en un afán de hacerlos presentes en cada sobremesa. No podremos dejar de reir al contarnos los unos a los otros los chistes malos que en vida nos hacían reclamar un poco más de gracia. "Es su humor", diremos, y esta vez reiremos mientras nuestras miradas se pierden en la evocación de sus carcajadas...sonidos que poco a poco se irán borrando de nuestra memoria, una memoria que no podremos transmitir, que sólo nos pertenece a nosotros, a quienes les conocimos.
Los llamo nuestros porque nos pertenecen colectivamente,  a cada uno sólo un poco de aquella historia que duro  tan poco, pero que dejó al pasar una huella grande y profunda. Son además nuestros muertos, porque su muerte fue un impacto colectivo que nos hizo girar alrededor de algo ya inexistente, chocando de frente con las presencias fantasmas de otros extrañantes. Porque extrañar nos ha hecho más familia.
Son nuestros porque queremos. ¿De qué otra forma podría ser? La muerte puede ser el final para el que muere, pero nunca para el que se queda. A nosotros nos queda la nostalgia, la ausencia perenne, el dolor que se asoma de vez en cuando sin importar cuánto tiempo haya pasado.
No olvidaremos nunca las palabras, unas cuantas, demasiado pocas. Nos perseguirán siempre los aromas fantasmas que nos inundarán de olvidos suspendidos, hasta que sea nuestro turno de ser los muertos de alguien más....

Serán siempre nuestros, ya muertos, porque en vida fueron de ellos mismos (y por eso, precisamente por eso, nunca los olvidaremos).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Lo que quedó: