23 de febrero de 2009

Relatos

Mi verdadera obsesión en la vida son los relatos. Soy una ferviente recolectora de relatos. Me gusta escuchar, leer, mirar, imaginar relatos..."consumir" relatos...

El cine, el teatro, la literatura, como formas más o menos permanente de esos relatos son mis verdaderos hobbies. Muchas tardes lluviosas me he visto acompañada de la vida de los otros. Me conmueven las vidas de los otros, a veces hasta el muy simplista y reduccionista acto de llorar.

Muchas veces no sé porque lloro, simplemente me dejo llevar por una emoción abrasadora que termina por desalojar mi cuerpo en la forma de una lágrima y otra y otra ahsta que acabo sumida en un llanto incontenible que parece no acabr nunca. No siempre lloro de tristeza, a veces lloro de alegría, de importencia o incluso de temor y desconcierto...

Me gustan los relatos por todo lo que los hace irreales: el tiempo exacto, la necesidad, el sentido, la pasión. Por desgracia, la vida no se parece a los relatos (los libros, las películas) la vida, generalmente carece de sentido hasta que es vista como una historia. Todos los días nos levantamos sin saber que significado puede tener tomar o no una ducha con agua caliente, deternos o no a comprar una gelatina de chocolate, decidir o no caminar en vez de tomar el microbus....

Lo verdaderamente hermoso de los relatos es que tienen un final: triste, feliz, incoherente; pero final. Es el final de las historias lo que las convierte en perdurables. Un fragmento de vida embalsamada, cristalizada, embellecida por la nostalgia de lo que no transcurre, que ya tanscurrió, que está por tanscurrir...

La belleza está en poder decir: D. Estaba escrito.

Pero, como mi vida no transcurrió ya, ni está por transcurrir, me invento finales intermedios, sólo por el simple derecho de decir "estaba escrito", "así tenía que ser", "todo tiene sentido"...al fin y al cabo, sólo quiero hacer de mi vida un relato.

Al fin y al cabo nunca he sabido donde se esconde el principio de realidad.

Y soy fan de los finales felices.

Y lloré amargamente esperando que Dionisio vivo y el señor de la coca tuviera una vuelta de tuerca en alguna de sus últimas páginas....

Y me alegra que Slumdog Millionaire hay ganado un Oscar. Por el simple hecho de reforzar mi creencia en lo inevitable.

Ojalá la vida fuera un poco más como lo relatos. Ojalá la nostalgia no convirtiera la vida en algo tan apetecible cuando no es la nuestra...ojalá no fueramos tan buenos alquimistas de palabras, ojalá los escritores no tuvieran como fin último maquillar la realidad...

Quizá el mal hábito de la esperanza desaparecería...

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